Reflexiones acerca ballotage. Publicado el 13 de Noviembre 2015.
En los años noventa muchos argentinos descubrimos que existen estrechas relaciones entre economía y psicología. Lo que comenzó como una ilusoria pertenencia al primer mundo terminó en la despiadada expulsión de millones de empleados y trabajadores de sus puestos de trabajo y en el empobrecimiento de industriales, comerciantes, docentes y profesionales. Pudimos entonces constatar en nuestro propio cuerpo las consecuencias trágicas que el orden neoliberal tiene en la subjetividad colectiva.
Entre los efectos psicológicos se encontraron la fragmentación subjetiva y vincular, la vivencia de vacío y de estallar en mil pedazos, no saber quién se era y si aquello que se era tenía algún valor; proliferaban trastornos como la anorexia, la bulimia, los ataques de pánico, somatizaciones y depresiones de casi imposible resolución.
Aquél orden económico, que tanta destrucción generó, quiere hoy reinstalarse y volver a controlar los resortes políticos de la vida de la república. No se trata sólo de partidos y candidatos, sino de una disputa entre sistemas políticos y éticos antagónicos, algo más profundo y con consecuencias psicológicas significativamente diferentes.
En 2001, desde un profundo dolor y una enorme bronca, supimos romper con la cultura del neoliberalismo (aunque claro está, no todos ni cada uno del todo). Pudimos constatar, y darnos cuenta, casi de golpe, los efectos de la desestructuración del tejido social y subjetivo y comenzar a ser protagonistas del inicio de una progresiva reconstitución de la vida subjetiva y social.
El gobierno de Néstor Kirchner y luego el de Cristina Kirchner contribuyeron claramente en la recuperación de derechos sociales y humanos que habían sido cercenados en las décadas anteriores. La ampliación de derechos conquistada por la sinergia entre la participación popular y la acción gubernamental fue similar a la que había hecho el radicalismo en la década de 1920, el peronismo en la de 1950 y también, en los pocos años que esa fuerza gobernó en la década de 1970.
A pesar de la tensión y el conflicto de los últimos años (en gran medida inevitable en el terreno de la disputa política) los sujetos se sintieron protagonistas de la vida social y partícipes de la historia, en mayor medida que en otras épocas; mostraron una elevada vivencia de satisfacción con la vida, percepciones todas estas que son independientes de las opiniones políticas que tuvieran. Así nos lo mostraron las investigaciones que publicamos oportunamente.
Hoy los poderes financieros, mediáticos e imperiales, con sus expresiones políticas (el liberalismo conservador del Pro, en alianza con el radicalismo más conservador) están punto de quebrar el ciclo de ampliación de derechos y transformación cultural que con idas y vueltas, estamos protagonizando cada uno de nosotros, desde distintas perspectivas y puntos de vista.
El sentido de estas líneas es solicitar al lector su reflexión sobre lo que hoy está en riesgo. Está en disputa la posibilidad de seguir avanzando o retroceder a perspectivas económicas y culturales que destruirán rápidamente las condiciones sociales de una vida mejor. La disyuntiva de hoy es volver atrás o votar con dirección a preservar las condiciones políticas y culturales que permitan que la sociedad continúe mejorándose a sí misma.
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