El concepto subjetividad colectiva, su importancia para el análisis de la dimensión psicosocial del proceso socio-histórico

“Los acontecimientos de la vida cotidiana, con su carácter intrascendente o rutinario, aparecen ante los ojos del investigador social como indicios plenos de significado, emergentes de una realidad que los utiliza como signos para manifestarse”. (Pichon-Rivière, 1966a. p.65).

Un primer objetivo de este artículo 1 es definir el concepto subjetividad colectiva en tanto noción que permite describir una dimensión específica del proceso socio-histórico y la vida cotidiana. Otro objetivo, estrechamente relacionado al primero, es puntualizar el papel que tienen los emergentes psicosociales en tanto signos de la cotidianeidad y del proceso socio-histórico, que permiten analizar la subjetividad colectiva.

Este artículo desarrolla definiciones anteriores (Fabris, 2010, 2011, 2012) y establece relaciones entre proceso socio-histórico, subjetividad colectiva, vida cotidiana y emergentes psicosociales, conceptos clave con relación investigaciones que vienen siendo desarrolladas en los últimos años (Fabris, 2002, 2006, 2010, 2011, Fabris, Puccini, 2010 y Fabris, Puccini y Cambiaso, 2010, 2011).

Los conceptos subjetividad colectiva y emergente psicosocial, tanto como proceso socio-histórico y vida cotidiana, son abordados aquí desde el marco teórico de la psicología social de E. Pichon-Rivière y aportes filosóficos y sociológicos que se remontándose a autores como C. Marx se proyectan hacia otros, inscriptos en esa corriente teórica, como G. Lukacs (1971), H. Lefebvre (1967), A. Heller (1982, 1985, 2002), L. Goldmann (1975) y D. Harvey (1999, 2009, 2010).

La subjetividad colectiva, en tanto concepto, refiere a los denominadores comunes de la estructuración psicológica y las conductas de los integrantes de un determinado conjunto social. Apunta a una comprensión psicosocial de la trama subjetiva del proceso socio-histórico. Se apoya y sostiene una visión de los sujetos como seres activos, sensibles y situados; como personas que perciben, vivencian, actúan y sienten en las circunstancias en las que participan y de las que son tanto emergentes como actores.

Antes de desarrollar la definición del concepto subjetividad colectiva se explicitará la perspectiva desde la que se comprende la relación entre subjetividad y proceso social, citando para ello algunas definiciones teóricas. Luego se presentará el concepto subjetividad colectiva y se concluirá con la definición de emergente psicosocial en tanto instrumento conceptual que refiere a signos que, remitiendo a la cotidianeidad y el proceso socio-histórico, permiten comprender no sólo rasgos significativos de la vida social en general sino también la subjetividad colectiva como dimensión psicosocial del proceso socio-histórico y la vida cotidiana.

Proceso social y subjetividad

Distintas corrientes de pensamiento debaten sobre la lógica que rige la historia humana. Hay quienes consideran que son las estructuras socio-históricas la que determinan lo esencial de los acontecimientos humanos y quienes piensan que son los propios sujetos (individuales y/o colectivos) los que crean esas determinaciones.

Quienes otorgan un papel determinante a las estructuras socio-históricas reconocen que las mismas actúan a través de los sujetos aunque en general no le dan a los mismos un papel demasiado significativo.

Entre quienes ponen el acento en los factores subjetivos (subrayando el carácter activo de los sujetos) se encuentra otra disyuntiva: unos adjudican una importancia decisiva a los individuos o a un grupo de ellos y otros que la adjudican a la actuación multitudinaria de actores colectivos (la sociedad, las clases, el pueblo, etc.).

Se considera aquí que son tanto los sujetos individuales como los colectivos (grupales, institucionales y comunitarios) quienes, de diferentes modos y con diferentes alcances, producen la vida cotidiana y el proceso histórico. La historia humana no es un conjunto de hechos y/o leyes sin sujetos ni un producto de subjetividades individuales o colectivas descontextualizadas. Son las acciones cotidianas y no cotidianas de los sujetos individuales y colectivos las que constituyen el proceso socio-histórico entendido como objetivación de la praxis colectiva e individual que es emergente, a la vez, de ese mismo proceso social e histórico. Las estructuras sociales fijan posibilidades y límites y tienden a imponer al proceso social la dirección de una lógica relativamente independiente de las decisiones de los protagonistas. El pensar, sentir, actuar de los sujetos individuales y colectivos (los factores subjetivos) son reproductores pero también creadores de la vida social y sus conductas y apuntan a lograr una vida cotidiana y un proceso social en el que la libertad y la satisfacción de necesidades materiales y simbólicas y alcancen un grado optimo.

¿Qué es la vida cotidiana? Según Agnes Heller (2002, p.96):

La vida cotidiana es, en su conjunto, un acto de objetivación, un proceso en el cual el particular como sujeto deviene ‘exterior’ y en el que sus capacidades humanas ‘exteriorizadas’ comienzan a vivir una vida propia e independiente de él y… se introducen en la fuerte corriente del desarrollo histórico del género humano. Por eso la vida cotidiana es la base, también, del proceso histórico universal.

La vida cotidiana es un objetivarse en doble sentido. Por una parte, es el proceso de continua exteriorización del sujeto; por otra es también el proceso de reproducción del particular.

Agrega G. Lukács en el Prólogo al libro de Heller que “la sociedad sólo puede ser comprendida en su totalidad, en su dinámica evolutiva, cuando se está en condiciones de entender la vida cotidiana en su heterogeneidad universal”. (1971. p. 20).

En la perspectiva de Pichon-Rivière, y muchos de los autores de los que este autor se nutrió en cuestiones epistemológicas clave (como por ejemplo Lenin, Sartre, Lefebvre y Goldmann, entre otros.) las representaciones subjetivas no son el principio y el final de todas las cosas. Las representaciones son un momento, en el sentido dialéctico del término, de la praxis total. (Fabris, 2012). En esta perspectiva se basa la definición de subjetividad que fundamenta este trabajo, entendiéndola como concepto que abarca el pensar, el sentir y el actuar o dicho en otras palabras: la dimensión, afectiva, representacional y la acción de los sujetos. La referencia a los factores subjetivos que aquí se hace refiere a la praxis total de los sujetos individuales y colectivos y no sólo a sus representaciones, siguiendo en esto el sentido que le da al término subjetividad C. Marx en el Capital.2

La subjetividad se constituye no sólo como reflejo de la realidad objetiva sino también como emergente creador. El autor de los Cuadernos Filosóficos, consigna: “la conciencia del hombre no sólo refleja el mundo objetivo, sino que lo crea” (Lenin, 1972, p. 200). En la misma dirección se pronuncia Lukács (en Abendroth, Holz y Kofler, 1969) quien insiste en la condición de “respondientes” de los seres humanos y Sartre (1961) quien afirmó que sólo nos convertimos en lo que somos a través de la negación de lo que el mundo hizo de nosotros.

La relación entre subjetividad y proceso vincular y social no es unidireccional sino dialéctica y es sólo admitiendo este carácter dialéctico de la relación es posible plantear con fundamento la existencia real de una ética de la ciencia y la intervención social (Pichon-Rivière, 1965b; Sánchez Vázquez, 2006).

La psicología social. Enrique Pichon-Rivière (1975) define como objeto de su planteo teórico la relación dialéctica entre mundo externo y mundo interno, o dicho en otros términos, propios también de este autor, la relación entre estructura social y fantasía inconsciente. Esta relación entre sujeto y mundo, fundamental para comprender la subjetividad, se asienta en un entramado de necesidades personales y sociales, es abordada a través de conceptos como vínculo, tarea, conducta y grupo, entre otros conceptos fundacionales de la teoría de Pichon-Rivière.

El objeto de estudio de esta psicología (a la que definió como social) no son las cogniciones, ni el psiquismo, ni las representaciones sociales, ni el inconsciente. Su objeto es la relación entre subjetividad y proceso vincular y social, al punto que se considera de relevancia equivalente, desde esta perspectiva teórica, el estudio del mundo interno de los sujetos – en sus dimensiones conscientes e inconscientes- y las estructuras vinculares y sociales en la que los sujetos configuran y desenvuelven su existencia. Coherente con este criterio Pichon-Rivière definió la salud mental considerando que el hombre es sano en tanto aprehende la realidad desde una perspectiva integradora y tiende a transformar esa realidad transformándose a la vez él mismo.

Antecedentes. La fundación en 1955 del Instituto Argentino de Estudios Sociales (IADES) fue un hito fundamental que objetivó la firme decisión de construir una psicología de nuevo tipo (Fabris, 2012). Pichon-Rivière sostuvo desde esa fecha, de modo ininterrumpido, la necesidad de estudiar la subjetividad en interconexión con los factores económicos, políticos, geográficos, ecológicos, ideológicos, históricos, culturales, sociales, etc. Un signo de esa insistencia se constató cuando en el marco de un Symposium de la Asociación Psicoanalítica Argentina, que él había fundado, presentó un trabajo titulado “Aspectos socio-político-económicos del anti-judaísmo” (Fabris, 2009a). En aquella presentación de 1963 puede constatarse la irónica omisión de los factores psicológicos correlativa de la infructuosa insistencia en la necesidad de estudiar los factores no psicológicos de los problemas sociales.

Ya desde la década del cincuenta venía planteando la necesidad de estudiar, de modo interdisciplinario, multidimensional e interconectados los ámbitos psicosocial, sociodinámico, institucional y comunitario (Fabris, 2007). Su propuesta estaba en consonancia con la que sostenían psiquiatras como G. Bermann (1960:13) quien citando a un tercer autor se refirió a la importancia de estudiar la enfermedad no solo “en la sala del hospital con el alto poder del microscopio” sino también “a través del telescopio, para considerar al hombre ‘como a una persona y un miembro de la familia y de grupos sociales más amplios…”.

La tarea como organizador. Para Pichon-Rivière (1975), en consonancia con G. H. Mead (1953) y J.P. Sartre (2004), por nombrar algunos de los autores que aquel autor tomó de referencia, la actividad de los sujetos (individuales y colectivos) es un organizador fundamental de la estructuración subjetiva. Es alrededor de praxis específicas (vinculada a motivaciones, intereses, vocaciones, proyectos y relaciones sociales) que se producen, metabolizan e internalizan sentidos que configuran no sólo los contenidos del mundo y grupo interno sino también en parte los propios fines a los que se dirigen las conductas y actividades en un contexto de interpenetración de lo subjetivo y lo objetivo. Es el concepto praxis uno de los que más claramente permite dar cuenta de los modos de relación de los sujetos con el mundo, y por ello no es casual que esté en la base de un concepto clave de Pichon-Rivière, el concepto tarea. Pichon-Rivière (1956-7, 1963, 1965) dio estatura de concepto a este término el cual describe una actividad que no es necesariamente socialmente calificada (como lo son las tareas que se describen con el término trabajo). Tanto una actividad laboral manual como un estudio académico, pero también tareas cotidianas como lo era el planchado de guardapolvos en la década del cincuenta, son tareas que expresan modos de subjetividad a la vez que los crean. A todas las actividades (tareas) subyacen no sólo representaciones sociales sino también fantasías inconscientes específicas, o fantasías básicas vinculadas intrínsecamente a esa actividad, tanto como a los espacios sociales y naturales en los que tienen lugar (Pichon-Rivière, 1975). Este autor insistió en la importancia de analizar las fantasías básicas de la tarea, además de la fantasía específica de cada ámbito institucional.

En cuanto a la relevancia del análisis de los factores psicológicos tanto como los sociales, cabe destacar que Pichon-Rivière dictó en la Primera Escuela Privada de Psicología Social un seminario completo acerca del concepto comportamiento político, analizando en esa ocasión el mayo Francés que había tenido lugar dos meses antes. Se adelantaba en muchos de esos análisis, sin saberlo, a otro hecho que conmovería a la Argentina, el Cordobazo.

Hasta aquí la perspectiva teórica y algunas definiciones en las que se fundamenta el presente artículo. Pasemos a considerar la subjetividad colectiva, como concepto central de este artículo.

Subjetividad colectiva

El concepto subjetividad colectiva se inscribe en una concepción dialéctica de los sujetos y la historia; subraya el papel de los sujetos, en tanto agentes y cuestiona la perspectiva que los considera meros efectos de leyes históricas omnipotentes. En este sentido se aleja de las perspectivas estructuralistas y se acerca a perspectivas como las del estructuralismo genético (Pichon-Rivière, 1975).

La subjetividad no remite, en tanto concepto, a un estado pasivo (o meramente receptivo) sino a una producción activa, cognoscitiva, adaptativa, situacional e instrumental: una producción situada y multidimensional que da cuenta a la vez que interviene en los contextos vinculares, grupales y sociales (también en la naturaleza).

El término subjetividad colectiva, el principal que se expone en este trabajo fue utilizado en el campo de la sociología, por Dominguez (1995, 2009). Este autor brasileño radicado en Londres apunta a reunir bajo esa denominación aportes de sociólogos ya clásicos que vienen siendo reconsiderados en los últimos años con el fin de superar la fragmentación reinante en la sociología de los sesenta (1995). El planteo de Dominguez comprende la subjetividad colectiva como concepto que da cuenta no sólo de las representaciones subjetivas sino también de las acciones de los sujetos, de la misma manera que se lo considera en este artículo. Su aporte es de tipo sociológico, a diferencia del nuestro que enfatiza los factores psicosociales del proceso social, incluidas las dimensiones psicológicas y psicopatológicas de la subjetividad colectiva.

En nuestro planteo el concepto subjetividad colectiva (Fabris, 2010, 2011) refiere a los denominadores comunes de los modos de pensar, sentir y actuar que tienen los integrantes de un colectivo social que puede abarcar a los habitantes de una ciudad, una región, una nación o cualquier subconjunto social que quiera ser considerado. Por ello incluye no sólo los discursos y representaciones sociales de los sujetos colectivos sino también sus emociones, fantasías, vivencias y acciones.

La subjetividad colectiva focaliza e interpela la dimensión psicosocial de la trama sociohistórica y la vida cotidiana, dentro de la cual importan particularmente las formas de estructuración psíquica de los sujetos y el sentido psicológico de sus conductas. La subjetividad colectiva, desde la perspectiva psicosocial que nos interesa fundamentar, puede ser tipificada en términos de subjetividad fragmentada, disociada, ambigua, integrada y/o colapsada.

Esta tipificación se obtiene a partir de inferencias que se construyen teniendo en cuenta el modo en que los sujetos perciben y significan su vida cotidiana, sus modos de activación y procesamiento de la memoria personal e histórica, las emociones y estados de ánimo colectivo, las aceptaciones y rechazos de las figuras públicas, las identificaciones con unos u otros ideales sociales; la vivencia de apoyo o desapoyo vincular y social, las imágenes de resolución y abordaje social de los conflictos, las representaciones del futuro y los proyectos colectivos y personales. Por último, importan, a la hora de estudiar la subjetividad colectiva, las narrativas sobre la historia social, política y cultural que realizan los sujetos colectivos, las cuales se articulan con la definición de un determinado espíritu de la época que incluye también una visión de la coyuntura o situación actual.

La subjetividad colectiva tiene lugar en el cruce de lo público y lo personal, considerándose que lo personal no está tajantemente separado de lo público y que la participación social, comunitaria y política no es ajena a la participación propia y específica de la vida cotidiana corriente.

Desde la perspectiva de la subjetividad colectiva importa establecer los modos de satisfacción y sufrimiento subjetivo, las formas y grados de participación de los sujetos en los acontecimientos públicos y cotidianos, la vivencia de libertad o constricción por la sociedad, y los modos de elaboración de la historia personal y social, incluido un modo de exposición y relación con los traumas históricos o sociales tanto como con las fortalezas y potencialidades colectivas que residen en el presente y en el pasado. Es también fundamental (Pichon-Rivière, 1974) establecer las formas y grados de conciencia crítica o ilusoria respecto de las necesidades y potencialidades personales y sociales, así como la capacidad de crear espacios en los cuales sea posible decodificar necesidades propias y de los otros y crear formas organizativas que permitan resolverlas.

Algunas precisiones sobre la dimensión psicológica del concepto subjetividad colectiva. La relación con la realidad social implica estructuras cognitivas pero también afectivas y estrategias inconscientes que implican fantasías, depositaciones y otro tipo de operaciones psíquicas. Los sujetos instrumentan técnicas del yo, esto es estrategias de abordaje de las representaciones y afectos, con el fin de adaptarse activamente a la realidad. Cabe preguntarse, para poner un ejemplo, si determinado sujeto colectivo en determinada situación, puede establecer una técnica subjetiva adecuada (logrando procesar las situaciones) o sólo atina a establecer afrontamientos desesperados, instrumentando técnicas de urgencia del yo (A. Fiasché) que solo permiten ponerse a salvo temporariamente de la realidad; pero no elaborarla y transformarla.

No totalidad abstracta. En tanto concepto, la subjetividad colectiva, no sugiere un todo, ni un nosotros con mayúscula. No refiere a una entidad idealizada ni tampoco a un modelo ideal. La existencia de los denominadores comunes que permiten definirla, no supone la reducción de la variedad infinita de subjetividades que la conforman. Tampoco supone una unidad social mítica que niegue la radical oposición que puede existir –y de hecho existe- entre las vivencias y perspectiva de actores sociales distintos, vinculadas a diferencias personales o sociales como las de clase o sector social. La subjetividad colectiva puede ser considerada una totalidad concreta y por ello múltiple, que se contextualiza y recontextualiza al tiempo que se configura y reconfigura. Funciona como un sistema abierto, una totalidad dinámica relativa a otras totalidades dinámicas, que implica no tanto equilibrio como equilibraciones y reequilibraciones. Es central en ella el conflicto, la contradicción, las oscilaciones lejos del equilibrio, el desarrollo desigual, la diversidad y la diversificación.

Escenario y campo de disputa. La subjetividad colectiva no designa los modos de la subjetividad hegemónica en una sociedad. Existen y se confrontan en ella lo hegemónico y lo contrahegemónico, lo dominante y lo subordinado. En este punto nuestro planteo se diferencia del que realiza F. González Rey (2009, 2011) acerca de la subjetividad social, la cual designa la subjetividad dominante e institucionalizada, y plantea para los sujetos más bien reducción de opciones que posibilidades (Gonzalez Rey, 2011:103). La subjetividad colectiva que planteamos puede ser lúcida u oscura, revolucionaria o conservadora. El planteo del psicólogo cubano actualmente radicado en Brasil, con quien compartimos muchos planteos, reserva la categoría de lo colectivo para lo creativo y transformador de la subjetividad, siguiendo una línea de pensamiento que se expresa también cuando se circunscribe el término sujeto para los procesamientos críticos de las personas pero no para sus defecciones. La palabra subjetividad o sujeto, según consideramos, no debe convertirse en un término cuya enunciación genere una ilusión de transparencia, como en otras épocas lo generaron términos que con mucha facilidad se reificaban, por poner un ejemplo, el de realidad objetiva, cuyo uso provocaba por lo general, más un bloqueo de la reflexión que su potenciamiento.

Desde la perspectiva teórica y la definición del concepto subjetividad colectiva que aquí se sostiene, es relevante determinar el carácter integrado, disociado, fragmentado, ambiguo o colapsado de la subjetividad de una población en un período de tiempo determinado. Dicho en otras palabras, puede hablarse, en términos de predominios y coexistencias (es decir no como un fenómeno homogéneo o continuo), de subjetividad integrada, disociada, fragmentada, ambigua y/o colapsada, en el sentido psicológico e incluso psicopatológico de estos términos. Cabe aclarar, para evitar equívocos, que las categorías mencionadas no refieren exclusivamente a la estructuración psíquica de los sujetos sino también a sus modos de vínculo, las formas de la grupalidad y de relación social que los sujetos individuales y colectivos establecen.

A modo de ejemplo pueden citarse análisis psicosociales de la Argentina en los noventa en los que se describió como predominante un tipo de subjetividad caracterizada por la fragmentación (Quiroga, 1998, Fabris, 2002). Esa fragmentación – como rasgo dominante- fue antecedida, en décadas anteriores, por un tipo de subjetividad caracterizada por la disociación. Luego de 2001, en contraposición con una década de fragmentaciones y colapsos subjetivos, se desarrollaron, de modo creciente, formas de subjetividad más integradas (Fabris, 2002, 2006, 2010, 2011).

No linealidad. Existe un amplio acuerdo acerca de que las subjetividades colectivas tienden a corresponderse con otras dimensiones relevantes del proceso social y el tiempo histórico. Por ello es fundamental considerar e integrar los aportes y perspectivas de la sociología, la ciencia política, la economía, la antropología, el pensamiento de la vida cotidiana, etc. En cierto sentido existe también cierto acuerdo acerca de que no deben establecerse relaciones unidireccionales entre las características de una dimensión particular del proceso social y la subjetividad colectiva. Al decir de Ana Quiroga (1998) las crisis sociales no son necesariamente crisis de los sujetos. Consideramos necesario insistir sobre este punto y aclarar que el concepto fragmentación social (como concepto de la sociología) no se corresponde necesariamente con la fragmentación subjetiva (como concepto de la psicología y la psicología social). Un sujeto o un conjunto de sujetos que sufren presiones fragmentantes cotidianas no desarrollan necesariamente acciones y representaciones fragmentadas, pudiendo incluso mostrar conductas y estructuraciones subjetivas con un alto grado de integración así como otro tipo de alternativas saludables y positivas. Puede comprenderse este hecho si se tiene en cuenta lo que se señaló anteriormente en el sentido de que las conductas humanas son expresión de un tiempo histórico y social pero también una respuesta crítica de los sujetos, que actúan sobre ese medio social histórico y las condiciones objetivas de existencia. Un estudio detallado (microscópico) de la estructura psicológica y las conductas de un sujeto, realizado desde el encuadre de la psicología clínica, permite determinar con bastante precisión las características distintivas de la subjetividad de las personas y establecer hipótesis sobre su relación con las condiciones sociales existentes en un contexto vincular, grupal, institucional, comunitario y un tiempo histórico determinado. Por medio de este tipo de estudios se obtienen informaciones relevantes que complementan las que puede obtenerse a través de otras técnicas como son los estudios por medio de observación participante, administración de cuestionarios (cuali-cuantitativos), el taller creativo de investigación, el grupo operativo de investigación, etc.

Necesidades y subjetividad. Los modos de pensar, sentir y actuar de un colectivo social (su subjetividad colectiva) son intentos de respuesta a exigencias del medio tanto como del mundo interno, con su estructura de necesidades, aspiraciones y expectativas. ¿Cuáles necesidades configuran los modos de subjetividad colectiva? ¿Cómo intervienen las necesidades de subsistencia y protección, las afectivas y las de desarrollo y realización personal y social en las formas que toma el pensar, sentir y actuar en cada tiempo histórico y cada subgrupo social? ¿De qué modo esos medios sociales satisfacen o frustran esas necesidades? ¿Qué aspectos críticos o ilusorios, con respecto de las necesidades y sus modos posibles de resolución, tiene cada modo de subjetividad colectiva? Son varias preguntas que se consignas, las cuales por su importancia, serán objeto de próximos trabajos, señalándose aquí únicamente su pertinencia y las relaciones que, consideramos, deben ser tenidas en cuenta.

Emergentes psicosociales

Los emergentes psicosociales son hechos y procesos que teniendo lugar en el escenario de la vida cotidiana permiten identificar los signos que da cuenta de la subjetividad colectiva como una dimensión específica del proceso socio-histórico. Un mismo hecho o proceso social puede ser considerado relevante desde distintas disciplinas y puntos de vista: la psicología social, los estudios culturales, la sociología, la política, etc.

Los emergentes psicosociales en tanto momentos de la serie de hechos que configuran la cotidianeidad, pueden pasar desapercibidos aún para los protagonistas de su producción. Sin embargo pertenecen a la condición de reveladores de la subjetividad colectiva. Se ubican en la relación entre lo de todos los días y lo inusual; en términos de A. Heller (1985, p.42), entre la vida cotidiana y la vida no cotidiana, noción interesante en tanto hace visible la presencia de lo histórico en la vida diaria así como relación dialéctica entre lo rutinario y lo excepcional y la tensión entre lo reproductivo y lo creativo.

La decodificación de los emergentes psicosociales permite al investigador ir de la observación y registro de las experiencias cotidianas y las condiciones inmediatas de la vida diaria hasta el análisis del proceso social, la vida cotidiana y la subjetividad colectiva. A modo de ejemplo pueden ser mencionados como emergentes psicosociales, fenómenos como los cortes de ruta en la década del noventa en la Argentina, la proliferación de asambleas barriales y comunitarias en el entorno del año 2001, el eco de televidentes de la novela Resistiré en 2003, la masiva venta de libros de historia a partir de ese mismo año, el miedo a la ruptura de los vínculos familiares y amistosos en ocasión de la confrontación política del año 2008 en la Argentina y la masiva concurrencia de la ciudadanía de este país a los festejos por el Bicentenario.

Los hechos y procesos mencionados, tienen a la vez que una significación política, cultural, social y/ó antropológica, una significación psicosocial, que es la que desde nuestra perspectiva disciplinaria y teórica focalizamos. Los emergentes psicosociales, en su multidimensionalidad, aportan elementos fundamentales que permiten comprender las características de la subjetividad colectiva y del proceso social e histórico.

Los emergentes psicosociales (Fabris y Puccini, 2010) son hechos, procesos o fenómenos que como figura se recortan del fondo constituido por el proceso socio-histórico y la vida cotidiana. Son intentos de respuestas significativas al desajuste entre necesidades y respuestas sociales a esas necesidades. Los emergentes aportan una cualidad nueva a la vida cotidiana y el proceso social, expresando en sí mismos un modo y grado de registro y resolución de contradicciones sociales.

Los emergentes psicosociales no refieren necesariamente a una urgencia ni emergencia social, pudiendo incluso pasar desapercibidos. Se producen en el punto de encuentro de lo cotidiano y lo no cotidiano y marcan en general un antes y un después en la memoria social, condicionando en parte la dirección de los acontecimientos futuros.

Aportan significados cualitativamente relevantes al proceso social e impactan en la vida diaria, creando resonancias y subjetivaciones colectivas.

Al igual que una obra de arte o un sueño, expresan y responden no sólo a una necesidad social especialmente significativa en un momento dado sino que condensan en sí mismos una multiplicidad de significados personales y sociales que se relacionan a una diversidad de necesidades y acciones de los sujetos, en el marco de un orden social que satisface, frustra, modela y/o manipula las necesidades colectivas. Sin esta multiplicidad, integrada por motivaciones, expectativas, representaciones, necesidades materiales y simbólicas, formas de memoria y olvido, y en ausencia de la naturaleza polisémica que lo funda, ningún hecho cotidiano llega a adquirir su condición de emergente psicosocial.

Los emergentes psicosociales son modos de cristalización de significaciones originadas en interacciones grupales, institucionales y comunitarias así como en las conductas de los sujetos que intervienen en esas interacciones. Se configuran no sólo como lógicas colectivas (propias de los fenómenos de masa o institucionales) sino también a partir de los modos singulares de estructuración y reestructuración subjetiva de cada integrante de un conjunto social.

Conclusiones

El proceso social y la vida cotidiana son objetivaciones de la praxis individual y colectiva, la cual es emergente, a la vez, de condiciones vinculares, grupales y sociales. Son los sujetos individuales y colectivos los que a través de sus acciones cotidianas y no cotidianas, producen la vida social.

El concepto subjetividad colectiva refiere a una dimensión específica, de tipo psicosocial, del proceso socio-histórico y la vida cotidiana. Los hechos y procesos que este concepto describe tienen no sólo significaciones culturales y políticas sino también significaciones psicosociales que no se reducen a las anteriores. La subjetividad colectiva da cuenta de los denominadores comunes de la estructuración subjetiva de los integrantes de un conjunto social en términos de subjetividad fragmentada, disociada, integrada, ambigua o colapsada, en el sentido psicológico y psicopatológico de estos términos. En último análisis la subjetividad colectiva puede ser tipificada como estereotipada o creativa, crítica o ilusoria, conservadora o transformadora, estando implicados en estos conceptos los procesos de pensamiento, sentimiento, acción y la definitoria relación de los sujetos colectivos con la realidad social, histórica y natural de la que son parte.

Los emergentes psicosociales son signos del proceso social y la vida cotidiana que ofrecen claves para el análisis de la subjetividad colectiva. Permiten ir desde la experiencia inmediata de los sujetos en la vida diaria, al análisis crítico de la vida cotidiana y el proceso socio-histórico.

La subjetividad colectiva implica la asimilación, referencia y producción de la cotidianeidad y la praxis socio-histórica en la que se arraiga; es producto y productora de la praxis que la constituye y sobre la que interviene. La subjetividad colectiva es emergente pero también respuesta de los sujetos individuales y colectivos a las condiciones objetivas y subjetivas de existencia social y constituye por ello una dimensión fundamental del proceso social e histórico.

  1. Trabajo presentado en las VI Jornadas de Homenaje a Enrique Pichon-Rivière. IV Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social organizadas por la Primera Escuela Privada de Psicología Social, fundada por Enrique Pichon-Rivière. “La salud mental como construcción colectiva”. Ciudad de Buenos Aires, 25 a 28 de Octubre de 2012.
  2. La definición ampliada del concepto subjetividad, esto es no sólo como representaciones sino también como afectos y prácticas, se encuadra en la noción filosófica de praxis y es heredera en cierta medida del concepto de conducta en la acepción que diera en 1951 Daniel Lagache (1982:117) en tanto “conjunto de operaciones materiales y simbólicas por las que un organismo en situación tiende a realizar sus posibilidades y a reducir las tensiones que amenazan su unidad y lo motivan”.

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