La transformación de la locura en la experiencia de los Talleres Creativos Artísticos de Melchor-Romero

Arte y locura
Arte y locura

“El enfermo…es símbolo y depositario de los aspectos alienados de la estructura social”. El arte posibilita la transformación de lo siniestro en maravilloso.

E. Pichon-Rivière

Se relata aquí una experiencia de arte, creatividad y salud mental realizada entre 1989 y 1998 en el Hospital Neuropsiquiátrico “Dr. Alejandro Korn” de Melchor Romero (Partido de La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina). Artistas, coordinadores de creatividad, psicólogos y psicólogos sociales desarrollamos, durante diez años, una experiencia que llegó a tener relevancia adentro y afuera del hospital.

Cuando en 1989 iniciamos los Talleres Creativos Artísticos, el Hospital de Melchor Romero iniciaba un proceso de reforma psiquiátrica que produciría durante algunos años importantes transformaciones.

Antes y después de ese breve período se trató de un manicomio típico; un espacio empobrecedor y devastador de la subjetividad, antagónico con respecto a las necesidades y derechos más elementales de las personas. En el marco del manicomio se da un control social devastador, donde las necesidades son frustradas, manipuladas, silenciadas, invisibilizadas (y poco frecuentemente satisfechas). Se encuentran presentes en ese contexto, contradictoriamente, los aspecto más conservados y creativos de las personas internadas. Se da también allí la posibilidad de registro y abordaje de las necesidades de subsistencia, de protección, continencia, identificación, integración, expresión, participación y realización personal y social.

En la experiencia de los Talleres Creativos Artísticos (TCA) se pudo poner en juego una y otra vez esa potencia creativa. En ese marco no encontramos, los de adentro y los de afuera, articulando un espacio donde coexistió salud mental, enseñanza-aprendizaje, intervención cultural, producción artística, reflexión estética, acción social, política antimanicomial.

El Manicomio

l manicomio es un espacio fragmentado y fragmentador, disociado y disociador. Separado del afuera, los muros (materiales y simbólicos) hacen que la comunicación interna y externa tienda a cero; la interacción es prácticamente nula. La atención de la enfermedad y la promoción de la salud es allí un hecho casi inexistente, de tipo excepcional. Se trata de un espacio de repeticiones burocráticas que es sólo interrumpida por la sistemática y ruidosa “descompensación” de algún paciente que interfiere en la sordina general.

La disociación y fragmentación manicomial es el complemento negativo de la estereotipia y rigidez que caracteriza la parte más enferma de las personas internadas. En la institución, así como en la enfermedad mental, reina la ruptura de la interacción mundo interno y mundo externo; fracasa la lectura de la realidad. Al decir de Abelardo Gilabert:

“Un lugar donde resulta habitual el descuido, la suciedad, el deambular parcialmente desnudo. Donde puede oírse decir algunas que otras palabras que no puede comprenderse a quién están dirigidas o murmullos irreproducibles; o presa de una risa o de un llanto que tampoco pueden descifrarse…”.

“…los otros (los pacientes) en general, les temen a todos los encargados de regular sus vidas, quienquiera que sea.

Cuando llega la noche o atardece, se cuida que después de la cena se repartan medicamentos, sin demasiadas especificaciones, y todos (o la gran mayoría) estén dispuestos a dormir y a no molestar….”.  “Ya se ha perdido la noción de vivir afuera, de salir por trabajo, de buscar amigos o familiares, de encontrar conversaciones nuevas”.

“A veces sucede que alguien “sin explicación” agrede verbalmente o golpea físicamente a otro … Algunos salen en defensa del agredido y otros a favor del agresor. Pero en el fondo todos están en contra de la agresión aunque esto difícilmente quede claro para el “exterior”.

Es difícil que esta monotonía se deshaga; es fácil, que subsista, persista y se mantenga una rutina que es la seguridad dentro del aislamiento.

Existe un “acuerdo” tácito entre médicos, enfermeros y pacientes; un acuerdo que sólo habría de modificarse en tanto se operen cambios en la estructura misma de la institución.» 1

El manicomio es un lugar de control y exclusión social, segregación, depósito y sacrificio ritual de las personas que padecen alguna enfermedad mental. Nuestra sociedad castiga y controla las transgresiones que no le son útiles, en este caso la que corresponde a la norma de salud. Así como el capitalismo se asegura un grado de desocupación lo suficientemente significativa para presionar a los ocupados a dejarse explotar, los manicomios advierten a los “cuerdos” lo que puede pasarle a quienes no cumplen las normas de “cordura” cotidiana, el “prototipo sano” que definen, en cada época y coyuntura, las clases y sectores dominantes.

Existen mecanismos para eludir la angustia que este sin sentido genera:

“Nadie puede ignorarlo…existen estratagemas para lograrlo y que además de la negación, la evasión, la represión, la perversión y la desvirtuación, existe una suerte de anestesia, amortiguación, distancia, lejanía, sordina y un olvido rápido; una desmemoria, un apagamiento o una desviación de a qué se viene: a las demandas crecientes sin respuestas. A una pregunta se contesta con otra si es posible más grave hasta lograr eventualmente consenso en el lamento y compañía para la inercia. Todo esto, rápida o lentamente según resulte posible de un proceso elaborativo nulo o casi nulo.” 2

En este “orden” el trabajador de la salud implicado en la actividad del manicomio suele esconder sus errores, pero también oculta lo que hace bien. Se silencia o apaga su vocación y deseo de ayudar a otros; se instala una impotencia instrumental crónica. Las condiciones no ayudan: está sometido a una casi segura frustración de los intentos de cambio. No hay espacios donde reconocer lo que no se sabe, no se puede, teme o rechaza.

A quienes integramos los Talleres Creativos Artísticos nos llevó cierto tiempo entender las contradicciones específicas del contexto en el cual trabajábamos. Llegamos a identificar ciertos rasgos característicos: a) la hipocresía fundamental de una institución que dice curar pero enferma, b) la coexistencia de mecanismos de control-segregación social y la tendencias creativas que se instauran a partir de las necesidades de salud de los pacientes, c) la lucha, silenciosa o no pero permanente, entre lo instituido y lo instituyente dentro y fuera de la institución.

El manicomio separa al paciente del lugar en el que tuvo origen su enfermedad y con ello lo separa del lugar que, de intermediar la asistencia adecuada, tiene más potencialidad curativa. Se consolida la expulsión social previa, iniciada en el ámbito familiar y comunitario. Las internaciones en el sector de “crónicos” suelen ser prolongadas: cinco, diez, veinte o cuarenta años. Un poeta del Melchor Romero dijo:

Hospicio

Es como si me encontrara
dentro de un envase
donde la autoridad existe a medias
donde la no cordura reina
un lugar dentro de otro lugar
acaso igual
donde un delirio es simplemente eso ¡un delirio!
cuántos delirios andarán fuera
del envase llamando la atención
cuánta locura dentro de ese envase
y cuánta afuera.

Nelson Martinez

Los pacientes

La persona que llega a atenderse en la Guardia o el Servicio de Admisión de un Hospital Psiquiátrico se encuentra en una situación desesperada. Inmerso en una situación límite, que es su propia situación y la del grupo a que pertenece, necesita

contención, esclarecimiento y cambios. La internación introduce un corte brusco con la trama vincular y argumental de la que viene. Este corte puede ser oportunidad de revisión pero es por lo general la consolidación de la disociación, el congelamiento de los procesos elaborativos necesitados.

Cada persona es un portavoz de algún aspecto de la trama social vincular, grupal, institucional, comunitaria a la que pertenece. La persona que enferma, sea de neurosis o psicosis, es alguien a quien le es imposible tolerar cierta cantidad de sufrimiento y/ó reconocer algunas dolorosas y ambivalentes verdades. Esto lo lleva a crear mecanismos de seguridad patológica que lo defienden del dolor psíquico aunque instalan la ruptura con aspectos significativos de la realidad interna y externa. Las técnicas del yo por las cuales enfrenta los conflictos, que deberían ser instrumentales y estratégicas, pasan a tener un sentido casi solamente defensivo, instalando escotomas que consolidan la situación disociada y estereotipada. La dinámica psíquica e interaccional gira alrededor de consolidar ese funcionamiento defensivo, lo que lleva a una inhibición o agotamiento de los impulsos creativos y reparadores.

En los síntomas patológicos se halla oculto un mensaje que es, a la vez, denuncia y ocultamiento. Se trata de una denuncia, en tanto refiere a una situación personal y grupal patogenética que no puede ser abordada Pero es una denuncia ciega, situacionalmente inconducente; la terapéutica consiste justamente en transformarla en denuncia lúcida, consciente, operativa.

El grupo familiar y la comunidad depositan sus aspectos temidos en el paciente-portavoz, quien a su vez los asume omnipotentemente. Al no poder redistribuirse la ansiedad se desencadena una crisis en el miembro designado, lo que constituye un mecanismo grupal de seguridad patológica. El grupo, y el propio paciente, son depositarios de ideologías y mandatos sociales que interactúan con una inseguridad crónica cuyo origen se encuentra en las condiciones concretas de existencia cotidiana.

El manicomio es la última fase del proceso social de exclusión (manicomialización). Allí se consolida y refuerza la enfermedad que tuvo su origen en la experiencia cotidiana, organizada en última instancia por el orden social. Se despoja al sujeto de su palabra, de sus capacidades conservadas y creativas, de sus derechos y su potencialidad. La propia vida, la condición inalienable de productor colectivo de la vida social, queda anulada. Plantea Pichon-Rivière:

“Cuando en un grupo familiar emerge una neurosis o psicosis, descubrimos que previamente un alto grado de inseguridad social se ha instalado en su seno, impotentizándolo”. “Un miembro de ese grupo se transforma en portavoz y depositario de las ansiedades de todos. Se ‘hace cargo’ de los aspectos patológicos, de la situación de caos subyacente, en un proceso de adjudicación y asunción de roles que compromete tanto al depositario como a los depositantes. El sujeto queda paralizado. Fracasa en el intento de elaborar una ansiedad tan intensa y enferma por amor y de odio”.

“La locura es así la expresión de nuestra incapacidad para soportar y elaborar un determinado monto de sufrimiento. Ese monto de tolerancia es específico en cada uno de nosotros.”

“El enfermo es el portavoz del conflicto y tensiones del grupo familiar y por ello, símbolo y depositario de los aspectos alienados de la estructura social. Portavoz de su inseguridad e incertidumbre.”

“Es en este ámbito que la enfermedad debe ser comprendida y esclarecida”. “El terapeuta indagará la articulación del mundo interno del paciente con el grupo externo. A través de esa confrontación con la realidad podremos evaluar la intensidad y extensión del malentendido, estructura patógena en el grupo familiar”.  3

Las personas internadas, desde nuestra óptica: a) sujetos en crisis y de experiencias límite, b) sujetos de conocimiento y creatividad, c) portavoces de una trama social vincular, grupal, institucional y comunitaria y d) personas institucionalizadas (más bien cronificados que crónicos).

Esta condición de “cronificado” surge a partir de la internación manicomial que, más que condiciones de elaboración de la crisis, produce un corte ahistorizante entre el paciente, su historia y su grupo. Este corte desarticula el tiempo cronológico y psicológico e instaura un tiempo mítico, vivido como tiempo de eterna repetición, un presente continuo y vacío. La persona institucionalizada busca fallidamente volver a contactar los vínculos que, trágicamente, pertenecen a un pasado cada vez más inexistente y mitificado. Busca melancólicamente retomar el contacto con lo perdido que no pudo ser elaborado. Por las características propias de la enfermedad y por este “tratamiento” institucionalizado (cronificante) que da el manicomio es que nos referimos a los pacientes como sujetos de crisis y experiencias límite, así como institucionalizados. La manicomialización le hace “acceder” a la condición ambigua de sujeto-cosa o incluso, objeto-cosa. Rotulado como loco, “habita” un hospital-depósito. La casi totalidad de las significaciones específicamente humanas quedan, en ese marco, opacadas; el sujeto queda desarticulado, silenciado. El espacio que habita, sordo y ciego, produce una desubjetivación que puede llegar hasta la destrucción y colapso subjetivo total.

La condición de sujeto de la crisis y la situación límite se integra con otra condición que nunca se aliena del todo: la de ser sujetos de conocimiento y creatividad. Hay crisis pero también elaboración de las crisis, desestructuración de capacidades pero también desarrollo de capacidades, dificultad en la lectura de la realidad pero también posibilidad de aprendizaje de la misma. Esta contradicción interna a cada persona internada se corresponde con las alternativas de los macro y micro movimientos desmanicomializadores que se contraponen con los de manicomializacon. Es decir con los movimientos institucionales que luchan por general direcciones a favor de la enfermedad y en favor de la salud.

La creación de un espacio continente en un marco adverso

Los TCA se crearon el marco del inicio de una reforma psiquiátrica, es decir, en un contexto de cambios. En los Carnavales de 1988, realizados desde el Hospital, dentro y fuera del mismo, quien escribe este artículo se contactó con Isaac Lang, poeta internado. Comentó que había “un psiquiatra que está en el cambio”. 4

Ese contacto inicial y el posterior encuentro con Abelardo Gilabert, terminó de definir mi vocación. Inserto en tareas clínicas, individuales y grupales, en una Sala de Crónicos, Gilabert me propuso colaborar con los Talleres de Arte ya existente y hacerme cargo del Voluntariado de estudiantes de la Carrera de Psicología de la UNLP.

El primer año de trabajo

En el Taller artístico incorporamos un espacio de grupo operativo de reflexión, ubicado al final de la tarea artístico-expresiva. Este espacio grupal, de entre 10 y 30 minutos de duración, tuvo efectos inmediatos. Se constataba allí la eficacia del intercambio verbal y la tarea de lectura de emergentes que se realizaba sistemáticamente.

Constatamos la importancia de establecer en el Taller un momento expresivo-artístico y otros psicológico-grupal. El espacio grupal, coordinado con la técnica de grupo operativo, permitía decodificar las coordenadas del proceso creativo psicosocial que se despliega alrededor de la producción creativa y las interacciones colectivas. La percepción de la unidad intrínseca del proceso artístico-creativo y el proceso de subjetivo (cuyos ejes centrales son salud-enfermedad) permitía entrever ya por entonces la complementariedad de ambos abordajes.

Vimos tematizarse y dramatizarse en el Taller de Artes Plásticas la locura y la cordura. El Taller fue definido por los participantes como “un hermoso paréntesis” cuya pertinencia lo daba el “sentir”. Se dijo que era “una ventana abierta para tener libertad de expresión» y que allí “tenemos una charla para decir lo que sentimos». Se agregó: «me encuentro de nuevo conmigo, es un medio que me hizo mucho bien», «todo es mejor, es una cosa nueva».

No sólo era un “hermoso paréntesis», también se decía: «dibujo pero aprendo más acá», «cuanto más trabajamos mejor nos sentimos». Espacio de encuentro, tarea y afecto, también de ilusión: «hay más alegría, más silencio, más ayuda», “estaba triste y amargada, ahora estoy bien». Un espacio de continencia en el cual era posible visualizar imágenes creativas: «el grupo es redondo y las ideas van en diagonal», dijo uno de los participantes.

Lo que era un espacio fragmentario y expulsivo –de pacientes-talleristas y de docentes de arte- pudo transformarse en una experiencia de continuidad, continencia y operatividad. En ese contexto descubrimos y definimos que el Taller tenía una “función de apoyo” cuyo objetivo era “favorecer el desarrollo de las capacidades creativas de los pacientes”. Con estas constataciones, y en base a las ideas de Pichon-Rivière, aprendimos a identificar los procesos de salud mental con los de la creatividad. El propio director del Hospital opinaba «si no hay ó fallan los soportes, los sostenes, se puede producir la caída, el colapso ó la desorganización -momentánea ó transitoria- de la persona que crea.» 5

Finalizado el primer año de trabajo (1989), concurrimos al 1º Festival Latinoamericano de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos organizado por el Frente de Artistas del Borda. Presentamos también las conclusiones de nuestra reciente experiencia en una Jornada realizada por la Asociación de Trabajadores en Psicología Social (ATEPS).   6

En 1990 se sumó un Taller Literario y realizamos numerosas presentaciones artísticas adentro y afuera del Hospital. 7 El equipo de trabajo (docentes de artes y coordinadores de grupo) se organizó a través de un “plenario mensual” que trataba de procesar y dar coherencia a la actividad de cada Taller, construyendo un proyecto común.

El año 1991 fue crítico. El director, Abelardo Gilabert pidió licencia y si bien quedaron a cargo de la Dirección personas afines a la política de reforma psiquiátrica instalada en 1988, la situación comenzó a revertirse. En el contexto nacional se instalaban políticas neoliberales que comenzaban a expresarse también puertas adentro.

Sin embargo, se incorporó el Taller de Títeres, con lo que el equipo tenía ahora tres talleres y 12 coordinadores (artistas, coordinadores de grupo y observadores de grupo). Se rediseñaron los espacios de comunes del equipo y con eje en la reflexión sobre la tarea, aclarando/nos obstáculos, trabajamos sobre lo que llamamos entonces la dialéctica del curador y del herido. Ello significaba reflexionar sobre las ideologías y representaciones sociales de la locura que se objetivaban en las actitudes de cada uno de nosotros. 8

Llevamos estas reflexiones al Segundo Festival Latinoamericano de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos, realizado en 1991 en Misiones. 9. Además, elaboramos una lista de temas y problemas que nos inquietaban: a) definiciones de salud, b) criterios estéticos, c) arte como medio para la salud d) posibilidad de procesos creativos en el manicomio, e) factibilidad del trabajo interdisciplinario de artistas y trabajadores de la salud. Estos ejes sintetizaban los temas alrededor de los cuales se creaban polémicas, algunas fuertes, en el ahora más amplio equipo de trabajo. Creamos entonces el Equipo de Coordinación General, en la que estaban representados los coordinadores artísticos y psicológicos de cada Taller.

Instituimos el Plenario mensual de asistencia obligatoria e incluimos supervisiones quincenales de cada equipo. En aquel Segundo Festival, inolvidable para nosotros, surgieron notables experiencias. Una de ellas ocurrió luego de la finalización de una obra de teatro donde una de las pacientes-artistas se “descompuso”. Parecía estar “desconectada” y llegó a comentar que quería volver al hotel. Visiblemente “metida para adentro” se le dijo: «Mire Estrella, a veces me dan ganas de meterme para adentro o me pongo mal y me ayuda escribir algo o tocar música, que es lo que yo se hacer». Sin mucha expectativa se la acompañó al hotel, entendiendo que algo de la obra de teatro la había impactado y necesitaba un descanso. Cuando el resto de la delegación llegamos al hotel la persona en cuestión, Estrella, relajada e iluminada, comentó al coordinador: “era eso, tenía que escribir”. Compartimos lo escrito esa misma noche. «¿Qué es la locura?» es una reelaboración poética del sentimiento de lo siniestro que la había capturado. Pasaje a lo maravilloso, a la comunicación y a la posibilidad de abordar una pregunta que era en mucho sentido era de todos.

 

¿Qué es la locura?
Es una membrana que no nos permite razonar, pero, en todo loco hay un sinónimo de incomprensión.
El loco, no ve nada rosa en su vida, y va haciendo equilibrio como una navaja que es el filo de la vida- pero no de la muerte.
Tal vez, comprendamos, y vemos diariamente, un prisma; nuestros terapeutas pueden lograr lo rescatable del paciente, pero un loco, nunca, nunca puede integrarse; los terapeutas luchan por devolverlos a la sociedad, pero ésta no perdona. Por eso este Evento de Artistas de Hospitales e internos, nos hace sentir como en nuestra propia casa, desde “dame un pucho” hasta “toma la medicación”.
La luz no llega a sus mentes, llega al ejecutor, la guadaña.
Estrella Bencid

En las Cataratas del Iguazú pudimos observar la selva misionera y una pareja de tucanes; dos vistosos pájaros que sólo conocíamos a través de enciclopedias y zoológicos. Ana María, una de las participantes del Taller de Artes Plásticas, acostumbrada a dibujar vacas y terneros, pidió una hoja de papel. No había papel y entonces dibujó en la tierra, mientras observaba, un esquema de los tucanes. Dijo que se trataba de «algo natural, positivo y verdadero”. Esa tarde se “descompuso» y se la atendió como corresponde.

A la semana siguiente, ya en el Taller de Plástica, dibujó dos tucanes. Comentó que, al igual que cuando era chica, había dibujado “lo que veía». Pero no se trataba sólo de una continuidad con su experiencia infantil. La artista, nacida y criada en la zona pampeana, no había vuelto a dibujar vacas y terneros (su especialidad). Se trataba de tucanes. Probablemente mientras se “descompuso”, en aquel otro contexto, el misionero, sufrió una regresión a través de la cual encontró la pauta que conectaba las experiencias de su infancia y la actual. Esto le permitió abrirse a la nueva ecología: la selva misionera, con sus parejas de tucanes. Con el abandono de sus estereotipias nos dejó a todos -a través del gesto expresivo- una imagen artística de lo que había sido para quienes viajamos a Misiones una experiencia inquietante: la contemplación de aquellas impresionantes aves. Ella pudo plasmarlo, dijo: “lo vi con mis propios ojos». 10

El liberalismo político se profundizaba en la Argentina menemista. Se correspondió con la ida de Gilabert y el fin de la reforma psiquiátrica, la más importante que haya existido en el Hospital de Melchor Romero. El contexto hospitalario volvía adverso, manicomial a secas. Sin embargo la experiencia de los Talleres Creativos Artísticos (TCA), que delineaba una identidad, no dejaba de crecer en número y contradicciones. Se incorporó el Taller de Juegos Teatrales y se trabajo para elaborar un nuevo Programa de Trabajo en el cual quedaran explícitos los Objetivos, Principios, Modelos y Métodos de trabajo que sustentábamos.

El Método de trabajo institucionalizado consistía en la articulación de la producción estética y el análisis psicosocial grupal. La técnica a través de la cual lo buscábamos era la Didáctica de Emergentes, a partir de la teoría de Pichon-Rivière. La planificación de la actividad artística se hacía sobre la base de los emergentes previos, decodificados en conjunto entre coordinadores artísticos y psicológicos.
La elaboración del Programa de Trabajo de los TCA se daba sobre un fondo de polémicas expresadas y no expresadas, en un clima interno que se enrarecía. A través de cierta cantidad de reuniones logramos coincidir en que el objetivo de los TCA era: «Brindar un espacio a las personas internadas para que a través de la creación artística potencien su rehabilitación psíquica, cultural y social”. Se acordó dar carácter de instituido a las reflexiones sobre los “curadores y heridos” y se insistió en la necesidad de trabajar las diferencias como modo de construir posiciones de consenso.

La situación de desapoyo político e institucional creaba condiciones de inseguridad en los Talleres que alentaban actitudes oportunistas de algunos de los integrantes del equipo. En ese marco la mayoría coincidió en que: a) desde una perspectiva comunitaria, la lucha por la salud mental es una lucha larga; b) hay que evaluar esa lucha en términos de tiempos históricos y no individuales; c) en este marco tenemos mucho por aprender, no sólo conocimientos para aplicar, d) no es de individuos aislados sino necesariamente es una lucha colectiva y e) se inscribe en una dimensión social más abarcativa ya que “no es sólo lucha contra la enfermedad, sino contra los factores que la generan y refuerzan» (Pichon-Rivière).

Evidentemente estábamos abocados a resolver una polémica, esclarecer actitudes y perspectivas e institucionalizar un funcionamiento grupal en el que operaban fuerzas disgregantes. El contexto institucional y social adverso y la actitud de algunos integrantes del equipo ponían en riesgo la continuidad de los TCA.

Los pacientes decían que con la ida de Gilabert el Hospital volvía s ser un manicomio, hecho que les dolía ya que había llegado a transformarse en esos años en un “verdadero pueblo”. Uno de los dibujos de entonces se tituló “Conquistador y chozas quemadas”, el cual marcaba la vivencia de un tiempo de pérdida de logros anteriores. El contexto adverso aceleró nuestra comprensión del carácter manicomial del hospital psiquiátrico. Se destruían o debilitaban las fuerzas que habían tendido a que el hospital dejara de serlo. Hasta el año anterior la actividad creativa artística se articulaba directa y espontáneamente con el movimiento reformista y externador impulsado por Gilabert. No sería más de esta manera en lo que restaba de esa década y la siguiente.

Los TCA eran integrantes de la Red Argentina de Arte y Salud Mental, donde encontraban apoyo. Varios coordinadores generales de diversos Talleres Creativos o expresivos, con el liderazgo de Alberto Sava, constituimos esa Red con la cual sobre fines de 1992 realizamos la Jornada “Los Artistas de los Hospicios…abran”.

En esa Jornada, en el panel debate se habló de la libertad de expresión, la relación entre los curadores y heridos, los métodos de elaboración de diferencias en los equipos y de los procesos creativos, en su dimensión racional e irracional. Intervinieron el Dr. Fidel Moccio, el Dr. Ángel Fiasché, además de la Directora Asociada del Hospital, Dra. Lilián Vallarino y la Sra. Presidente de la Asociación Cooperadora Dña. Elsa Dabos de Viviani. La dirección del Hospital nos había planteado que no sería bien vista la presencia de Gilabert. Luego de evaluar la correlación de fuerza elaboramos una respuesta a esa proscripción. El Dr. Fiasché tuvo la gentileza de invitar a sumarse al panel al Dr. Gilabert, quien se encontraba sentado entre el público asistente. Pudimos compartir un momento recordado muchas veces y festejado por todos, pacientes y trabajadores de la salud. Gilabert habló de la necesidad de mantener los Talleres artísticos y laborales y conservar un proyecto hospitalario orientado a la externación. Más de 100 personas colmaban el Aula Grande de Agudos, en la cual palpitaban las vivencias y sentimientos de los pequeños y grandes protagonistas de la reforma psiquiátrica recién finalizada que se intentaba ocultar. Se fortaleció la resistencia a los retrocesos que se imponían y durante algún tiempo nuestra experiencia continuó creciendo.

Desde inicios de 1993 establecimos reuniones periódicas entre los Coordinadores de los Talleres Creativos Artísticos, los Talleres Laborales Terapéuticos, Centro de Formación Laboral nº 3, el Hospital de Día –Sala Albina- y la Casa de Pre-Alta, entre otros. Elaboramos durante cuatro o cinco reuniones un documento que apuntaba a esclarecer el sentido de cada espacio con relación a la terapéutica y la externación, objetivos deteriorados en la gestión neoliberal y manicomial recientemente instalada.

Resistir el retroceso

Los TCA hacía rato que ya no eran sólo “un hermoso paréntesis”. Eran un espacio de sostén de la creatividad, de cuestionamiento del manicomio y de intervención en la comunidad, sobre todo en el terreno de las representaciones sociales de la locura. Pero ¿cómo dar continuidad a los mismos en aquel contexto crecientemente manicomializante? ¿Cómo compatibilizar una experiencia que maduraba y se consolidaba, en ese contexto de retrocesos políticos? Las contradicciones en el interior del equipo, de las que se habló antes, se expresaron ahora como antagonismos abiertos. Lo que aparecía como contradicción entre lo artístico y psicológico grupal ocultaba posiciones ideológica distintas respecto del arte, la idea de salud mental y problemas de organización democrática del equipo.
Resueltas estas contradicciones el conjunto del equipo, fortalecido, inició en 1994, un entrenamiento sistemático en creatividad con Fidel Moccio y Beatríz Amábile, quienes dirigían la Escuela de Creatividad dependiente del prestigioso Taller de Terapias Expresivas. Esta formación sellaría el compromiso con un modo de trabajo que apuntaló nuevos rasgos de identidad de la experiencia de los TCA.

“Explosión” de desarrollos teóricos y prácticos

La actividad expresivo-artística y las que realizábamos a partir de la psicología social se nos volvían naturalmente integrables, no sólo en el terreno teórico sino práctico. Profundizamos también la comprensión de la relación entre la estructura manicomial y la estructura psicológica de las personas internadas así como la conciencia del indispensable proceso de transformación social que debe enmarcar la tarea creativa; además la importancia de la identidad cultural de quien crea. No se trataba de discusiones “en el aire”; cada tema se discutía al calor de la preparación y realización de distintas salidas a espacios artísticos y científicos, en jornadas, congresos, festivales, etc. A partir de aquí se nos impuso la convicción de la íntima relación que tienen distintas dimensiones de la praxis: las dimensiones psicológicas, estéticas, políticas, culturales, que constituían un objeto único de trabajo: la transformación de la locura.

En Agosto de 1993 presentamos nuestra experiencia en la Facultad de Humanidades de la UNLP, invitados por la CEPA, una agrupación estudiantil. Mientras nos preparamos para concurrir al 3º Festival Latinoamericano de Artistas Internados y Externados de Hospitales Psiquiátricos, falleció Héctor, un integrante de los TCA. Una de las poetas escribió “Homenaje y despedida” que, compartida en el grupo, nos ayudó procesar y superar la dolorosa circunstancia.

HOMENAJE Y DESPEDIDA
a nuestro querido amigo Hector Moar.
Porque en este valle de lágrimas
siempre dio la nota de ser erudito
Porque como Jesús tuvo su propia doctrina
Porque en su andar silencioso
se escondía un Caballero andante
Porque en ése, su saludo de un
apretar de manos volcaba toda su sinceridad.
Porque era partícipe de todos los momentos
en que nos reuníamos
para compartir intelectualmente
Porque era como la hiedra que
lentamente serpenteaba por nuestros destinos.
Porque Héctor, yo no está más entre nosotros,
pero nos deja un recuerdo imperecedero.
Sus poemas, su forma de fumar,
Por eso y mucho más es que le decimos:
Y será un… hasta siempre.
ESTRELLA BENCID

A la vuelta del 3º Festival Latinoamericano, realizado en el Centro Cultural General San Martín y otros espacios de la Ciudad de Buenos Aires, hicimos reuniones evaluativos llamadas “Ecos del Festival”. Allí surgió la idea de elaborar una Revista en la se publicaron “Festival de ensueño”, “Socorro Manicomio y “Homenaje y Despedida”, poesías emergentes de las actividades compartidas.

El contexto intrahospitalario, como dijimos, era adverso, ahora incluso, hostil. La anomia y disgregación avanzaba por todos lados. Nos apoyábamos en la Red Argentina de Arte y Salud Mental y, muy fundamentalmente, en la excelente relación con los pacientes-talleristas, así como en la amigable relación que construimos durante esos años con otros trabajadores del hospital que sufrían, tanto como nosotros, los permanentes retrocesos.

Los TCA, en ese contexto adverso, tenían sin embargo, un equipo de 17 coordinadores (artísticos y psicologicos), el más numeroso hasta ese momento. 11

La reunión mensual, llamada Plenario, se estructuró en tres momentos. En el primero trabajábamos sobre teoría, en el segundo poníamos en común la experiencia práctica del mes y en el tercero realizábamos diversas actividades que podían ser la discusión y organización de tareas comunes y todo lo que requiriera tomar decisiones. Comprobamos que el momento teórico seguido de la puesta en común de la experiencia de cada taller creaba condiciones de actualización de lo vivido y que, inmersos en lo concreto, podíamos tomar decisiones mejor informadas, más adecuadas a la percepción real de las problemáticas existentes.

Cuando ese año salió la Revista, que recibió de nombre Amanecer, coraje de decir, se produjo un controvertido hecho a raíz de un testimonio, llamado “Socorro Manicomio”. El intento de censura, que demoró 15 días la salida de la Revista, aumentó la expectativa en la Revista, lo que facilitó su venta y difusión.
Dos “ideas fuerza” se impusieron en ese contexto: “romper barreras” y “trabajar sobre los sueños”.

Si bien avanzaba el neoliberalismo y la destrucción sistemática de las condiciones de vida de la mayorías de las personas a nivel mundial, en la escena nacional y Latinoamericana se expresaban algunos procesos alentadores: el proceso de Chiapas en México y la reacción popular llamada Santiagueñazo, en la Argentina, junto a otras puebladas que comenzaban a confrontar con las políticas neoliberales e imperialistas.

A mediados de año, en coordinación con la Red Argentina de Arte y Salud Mental, realizamos la Jornada “Los Artistas de los hospicios ¡Vivan!”. La asistencia fue enorme: trescientas personas compartieron un día entero de actividad. El panel de la mañana brilló con sus exposiciones y la calidez del público. El Departamento de Enfermería aportó los choripanes del mediodía. 12 Una sikureada posterior trasladó a la concurrencia desde el Aula grande del Servicio de Agudos hasta el Teatro del Hospital donde se realizó un Taller creativo abierto en el cual participaron 150 personas coordinadas por 7 u 8 integrantes de los TCA.

A esta Jornada asistió el nuevo Director quien a pesar de no ser un especialista en el tema prometía llevar adelante una política de externación y apoyo a los Talleres. 13  El nuevo director refirió que el Hospital tenía posibilidad de ser de autogestión, lo que según él no significaba auto-financiación sino ampliación de la autonomía en las decisiones.

En el panel de esta Jornada, “Los Artistas de los hospicios ¡Vivan!”, intervinieron Fidel Moccio, Gladys Adamson (que envió un texto), Edgardo Molina y el propio Abelardo Gilabert. Una extensa red de auspicios encuadró el un debate que subrayó la importancia de la externación y la contribución que a la misma aportaban los TCA. Estrella Bencid leyó en esa ocasión “Coraje”.

 

CORAJE

Coraje significa valor,
para enfrentar al mundo que nos ha olvidado.
Coraje para subsistir, en esta sociedad que nos ha
marginado.
Coraje para abrir los ojos todos los días, para enfrentar la
rutina, eso que dijera alguien, tiene sabor a nada.
Es este un alegato para alejarnos de la realidad,
es este un grito, un lamento que dice
“aquí estoy yo”.
Quiero vivir, quiero en mi tumba un rosal.
Quiero una mortaja que me cubra de vergüenza,
aquella, que no tuve para mis seres queridos.
Coraje para tener el pudor de ser mujer,
ante un hombre, ante Dios.
ESTRELLA BENCID

 

Edgardo Molina, coordinador artístico del Taller de Juegos Teatrales, planteó que “El trabajo cultural tiene mucho que ver con la salud mental, como lo demuestra esta experiencia”. Agregó que “la herramienta fundamental del trabajo creativo es el juego” y que “jugamos y creamos para reflexionar sobre lo que nos pasa en la tarea, nuestras vivencias, nuestra historia, nuestras penas, nuestras alegrías, nuestros vínculos”. Dijo que “el modelo de trabajo que implementamos en Romero es también para cualquier lugar que haya comunidades socialmente organizadas” y que “extenderlo era un compromiso que teníamos como trabajadores de la cultura”.
Fidel Moccio subrayó que la creatividad parece algo inocente, pero no lo es. Permite ver lo que hay de nuevo, lo singular que el otro expresa; lo mejor de sí que aparece sólo en condiciones de libertad.

Abelardo Gilabert señaló que cada salida es un diálogo y por lo tanto permite el doble movimiento de diferenciación y reconocimiento recíproco. Agregó que “el estigma de la salud y el estigma de la enfermedad son dos estigmas contrapuestos que necesitan confrontarse para generar una situación nueva”. Sobre el final del panel lo sostenido por Gilabert se puso en acto, iniciándose un diálogo entre los de adentro y afuera.

En el Taller creativo abierto, coordinado por integrantes del equipo de los Talleres Creativos Artísticos, se representaron escenas que mostraban problemáticas vinculadas a la locura y la salud, aunque también a otros temas de la vida cotidiana. Este encuentro fue el más importante de los realizados por los Talleres Creativos en los diez años que duró su experiencia. Tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación, escritos, radiales y televisivos.

 

El año 1995

Fortalecidos internamente esperábamos iniciar el año 1995 contando con un dinero que nos había prometido la dirección del Hospital. Durante el verano de ese año las autoridades del mismo realizaron en Presidencia de la Nación un seminario sobre Autogestión Hospitalaria,política impulsada por el neoliberalismo de entonces. 14.

La primera medida de esa “autogestión” fue un ajuste del presupuesto general. Otra vez todo volvía atrás y la continuidad de los Talleres volvía a estar en cuestión. La situación fue planteada a los pacientes en una Asamblea, en donde se generó la siguiente respuesta:

La Plata, Melchor Romero, 7 de abril de 1995.

Sr. Director

Los que firmamos esta nota solicitamos téngase a bien considerar la situación de los Talleristas para que sea posible una retribución económica para que el Servicio de los Talleres que nos hace tanto bien a todos sea de funcionamiento mejor y que todo su esfuerzo sea minimamente reconocido a nivel económico ya que humanamente sabemos que ya tienen su apoyo.

-Firman 20 pacientes

La Dirección del Hospital respondió que no tenía el dinero prometido y nos propuso que aceptáramos el aporte de un conocido Laboratorio que por entonces promocionaba la “droga de la felicidad”. En pleno inicio de lo que luego se llamaría la “era Prozac” nos ofrecieron pagar dos talleres artísticos durante dos años. Como se dice: “cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”. Luego de algunas reuniones internas acordamos rechazar la “oferta” y volver a solicitar el pago del trabajo a las autoridades del Hospital. Logramos 800 pesos mensuales que, decidimos, serían destinados a hacer funcionar dos de los cuatro Talleres.

En el Taller de Expresión Literaria se produjo un texto que podría interpretarse como la elaboración del temor a la pérdida de los TCA. Los pacientes, quienes habían sido partícipes activos en la acción que permitió la continuidad de los Talleres, crearon una construcción colectiva en la cual, de modo metafórico, se relata la fundación o refundación de los Talleres.

La Dirección del Hospital respondió que no tenía el dinero prometido y nos propuso que aceptáramos el aporte de un conocido Laboratorio que por entonces promocionaba la “droga de la felicidad”. En pleno inicio de lo que luego se llamaría la “era Prozac” nos ofrecieron pagar dos talleres artísticos durante dos años. Como se dice: “cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”. Luego de algunas reuniones internas acordamos rechazar la “oferta” y volver a solicitar el pago del trabajo a las autoridades del Hospital. Logramos 800 pesos mensuales que, decidimos, serían destinados a hacer funcionar dos de los cuatro Talleres.

En el Taller de Expresión Literaria se produjo un texto que podría interpretarse como la elaboración del temor a la pérdida de los TCA. Los pacientes, quienes habían sido partícipes activos en la acción que permitió la continuidad de los Talleres, crearon una construcción colectiva en la cual, de modo metafórico, se relata la fundación o refundación de los Talleres.

Había una vez un duende, era como un ser imaginario que hace maravillas, que anda por el bosque. Se apareció un hada madrina que era vieja pero linda, el duende se presentó ante el hada madrina y le dijo: «¡Qué linda sos!» ¿Que podría hacer por vos?.
El hada madrina le dijo: vengo a darte una buena noticia, ha nacido la ternura en mí. Vendrán otros duendes como vos para alegrar el Bosque, ha venido una buena estrella.
Estos duendes vienen para jugar, para ayudar, son seres celestiales para que este duende no esté solo. Vienen para dar alegría al bosque, te traigo algo feliz, por que antes todo era triste y aburrido, estaba desolado, te traigo algo que tu no has de saber.
Todos los animalitos del bosque, conejos, pájaros, teros, son animalitos que despiertan y cantan mucho a la vez. Harán reuniones con el hada madrina, habrá hongos para casitas.
¡¡Hay un paraíso lleno de amigos!!

Cuento. Creación colectiva.

 

El duende, el hada, lo maravilloso, el nacimiento de la ternura, la alegría y felicidad del bosque dan cuenta de una fábula en la que espacios y personajes forman “un paraíso lleno de amigos”.

Un tiempo después se realizó en el Hospital una Correcaminata, organizada por el Hospital y auspiciada por el Laboratorio al que nos referimos. Los correcaminantes usaron remeras que tenían estampada la marca del auspiciante de un lado y del otro un logo que fue construido en un Taller creativo.

Sobre fin de año asistimos al 4º Festival Latinoamericano de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos, que co-organizamos con el Frente de Artistas del Borda y los Talleres Expresivos de la Colonia Montes de Oca. Se realizó una mesa en la cual discutimos la Autogestión Hospitalaria, siendo los TCA los coordinadores de la misma. Jorge Pellegrini, quien había encabezado reformas psiquiátricas y Carlos Casinelli, de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) cuestionaron sin ambigüedades la “autogestión”, entendiendo que significaba el inicio de la privatización, elitización y destrucción de la Salud Pública. Las Conclusiones de aquel Festival sentaron posición ante este tema que, por entonces, dividía aguas dentro de los hospitales y aún dentro de la opinión pública. Se afirmó:

“Este Festival se realizo en el marco de una crisis generalizada en la que el ajuste se descarga sobre un sector mayoritario al que este modelo destina a la exclusión. En el sector de la Salud estas políticas se evidencian en la reducción de servicios, privatización de los servicios rentables y en el proyecto de destrucción del Hospital Publico reflejado en la denominada autogestión y descentralización».  15

Los pacientes escribieron por entonces tres poesías: “Quiero ser de los de abajo”, “Pensando un poco en mi mismo” y “Hay que escalar montañas”. Estas producciones pudieron ser leídas en “Opiniones”, programa de Canal 3, DRCV, de la Ciudad de La Plata, conducido por Ana Cacopardo.

 

QUIERO SER DE LOS DE ABAJO

Quiero ser voz de los de abajo
de los últimos de los olvidados
de los sedientos de justicia
de los hambrientos de pan y trabajo.

Quiero ser voz de los desnutridos
de los cancerosos y de los que tienen el ser enfermo
en la mente, en el cuerpo ó en el ánimo.
Quiero ser último con los últimos
sentirme cansado con los cansados
de tanto esfuerzo sin premio,
en esta vida, claro.
MARCELO DURQUET

 

PENSANDO UN POCO EN MI

Al compartir sentimos que somos
parte del Universo en armonía
y todo el Universo es una
gran mariposa que posee mil
movimientos.

Yo soy medio egoísta pero
siento felicidad cuando puedo ser algo
bueno y otros lo pueden
apreciar, entonces yo siento
que el otro es parte mía
y así me siento feliz porque
si bien se nace solo
y se muere solo que sería de
nuestra existencia sin los afectos
del prójimo, de la ternura
que nos dan y que sentimos, de
la belleza, del miedo, de la
soledad y de todo lo que
sentimos a lo largo de nuestra vida.

JUAN JOSÉ NESSI

 

Hay que escalar montañas

Hay que escalar montañas
aunque la gris tristeza invada

Hay que escalar montañas
en cada azul madrugada

Hay que escalar montañas
aunque esté desierta el alma

Hay que escalar montañas
hacer el amor en las noches estrelladas

Y no flaquear cada madrugada
aunque la gris tristeza invada

Hay que escalar montañas.

MARCELO DURQUET

Sobre fin de año se expuso la experiencia de los Talleres Creativos Artísticos en el Congreso Argentino de Psiquiatría realizado por la Asociación de Psiquiatras de la Argentina (APSA), en la Ciudad de Bariloche. Junto a otros Talleres hablamos de la Experiencia de Romero, en un curso de 3 días dirigido por el Dr. Gilabert.

A comienzos de 1996 nos suspendieron el pago que habíamos logrado el año anterior y nos informan que lo nuestro era “ideología”. En esas condiciones los TCA no pudieron seguir funcionando. El coordinador general comenzó a escribir la experiencia realizada. Se nombró como coordinadora general a Noemí Petrocini, psicóloga social. Tuvimos ese año innumerables reuniones dentro del hospital. Simultáneamente realizábamos la difusión extrahospitalaria de la producción artística y el sentido de experiencia, todo ello encuadrado en un marco de plan de lucha y defensa de los Talleres. Enmarcamos nuestra tarea en los movimientos contra la privatización y destrucción del hospital público que impulsaba la Asociación de Trabajadores del Estado (Rama Salud) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC). El Departamento de Enfermería, que conocía lo beneficioso de la actividad de los Talleres ya que lo observaban en la actividad de las Salas y en las salidas de una semana a los Festivales, apoyaba nuestros pedidos. También contábamos con el apoyo de la Red Argentina de Arte y Salud Mental junto a la cual realizamos sucesivas Jornadas llamadas “Hospital Público y Desmanicomialización”, en el Centro Cultural General San Martín de Buenos Aires, en la Casa de la Provincia de Buenos Aires y en un centro cultural llamado “Ágora”, en la Ciudad de La Plata.

En ese contexto recibimos una llamada telefónica:

¿Fernando? Habla Corita. Hoy fui a hablar con la Dra. Diana. 16  Me puse a llorar y le dije que por favor pusieran de nuevo los Talleres, que a mí me haría mucha falta y a muchos muchachos también. «Por favor», le dije. Así que hice todo lo posible para que volvieran a trabajar todos ustedes. Te quiero mucho. Corita. Hablame por teléfono.

A comienzos de 1997, con el apoyo de la Asociación Cooperadora dirigida por la Sra. Elsa de Viviani, quien siempre había colaborado con nosotros, volvieron a funcional los TCA. El Jefe de la Sala “Alejandro Korn”, Dr. Di Carli, nos ofreció un espacio donde funcionar y abrimos allí un Taller, donde pusimos en práctica lo aprendido en la Escuela de Creatividad, integrando diversos medios expresivos. La nueva coordinadora general de los TCA era Gabriela Lachowicz, psicóloga social y responsable del Taller Creativo Integrado. Durante ese año participamos de la 1ª Jornada “Arte, Creatividad y Salud Mental” realizada en el Centro Cultural General San Martín, organizada por la Red Argentina de Arte y Salud Mental.

La 2ª Jornada, con ese mismo nombre, se realizó en el Hospital de Melchor Romero. Participaron la Asociación Cooperadora, la Dra. Uribarri, Jefa del Servicio de Rehabilitación y otros sectores del Hospital. Recibimos a Talleres creativos de otros tres psiquiátricos de la Provincia de Buenos Aires. En esa ocasión, Estrella Bencid, la poeta más destacada, dijo “voy a hablar de los Talleres Creativos Artísticos”, haciendo una encendida defensa de los mismos.

Los TCA representaron “Los viernes de la realidad”, aludiendo al día de la semana en que se realizaba el Taller Creativo integrado. Se diseñó un libro de poesías que se presentaría en el 5º Festival Latinoamericano de Artistas Internados y Externados de Hospitales Psiquiátricos realizado en Chapadmalal y Mar del Plata. En ese Festival Gabriela Lachowicz planteó:

“La internación prolongada pareciera poner una pausa en la vida de las personas, como si durante 10, 20 o 30 años la vida no continuara. Pero se ve que en el marco de la actividad de los TCA que la vida sigue y que hay otra forma de vivir. Encontrarse con lo mejor de cada uno, reencontrarse y poder de alguna forma trabajar la locura. Que una cosa es la locura dentro del hospital y otra cosa es la locura acá, en un ámbito de salud. Vale la pena trabajar para esto. La salud, como la vida, es difícil; supone situaciones de crisis constante; pero no hay otra forma de vivir, la salud también implica sufrimiento, pero es una situación distinta a la de la enfermedad”.

En el panel de pacientes-artistas realizado durante el mismo festival Estrella Bencid planteó:

“Yo voy a hablar de los Talleres Creativos Artísticos. Los TCA, desde sus comienzos en el año 1989, fueron un puntal en lo que a cultura se refiere. Fueron muy arduos sus comienzos, se ignoraba esta luz que ilumina mentes oscuras. Fernando, Gabriela, Laura, Sandra, Noemí y muchos otros docentes fueron perseverantes. Se organizaron Jornadas promocionadas por Red Argentina de Arte y Salud Mental. Y hasta hubo un Recital en el Hospital “Dr. Alejandro Korn” que se llamó “Los artistas de los hospicios: abran”. Hubo otro Festival también. Y hasta salimos a la calle para mostrar trabajos que hacían los pacientes y hasta se expusieron poemas y dibujos en la calle. Esto, y mucho más, se logró con esfuerzo. Y digo esfuerzo por que los docentes trabajaron con los pacientes ad honorem. Eso es todo”.

La situación distaba de ser la que había sido y a pesar de los esfuerzos se trataba más que todo de resistir el cierre. Los Talleres que habían llegado a tener 17 integrantes, entre coordinadores artísticos y psicológicos, tenían ahora sólo 4. De 70 concurrentes ahora asistían sólo alrededor de 15. Por su puesto que no era un hecho aislado; el Hospital en su conjunto estaba cada vez más burocratizado y empobrecido.

En diciembre salió el libro Romper barreras, poesías y testimonios desde un hospital psiquiátrico (Ediciones Cinco, 1997), cuya edición se pagó con lo vendido en la cola de cobro de los empleados del Hospital. El libro, cuidadosamente editado, fue entusiastamente recibido. Los autores del mismo son Estrella Bencid, Teresita Vaqueiro, Juan José Nessi, Marcelo Durquet, Isaac Lang, Adriana Martínez, Cora Barrenechea, Liliana Piñeiro, Julia Ríos. Los prologuistas Ana P. de Quiroga y Fidel Moccio y los compiladores Gabriela Lachowicz y Fernando Fabris. En el mismo, con lenguaje poético y testimonial, se refleja, analiza y cuestiona la vida cotidiana del hospital psiquiátrico así como las rutinas y la injusticia en general; se habla de los afectos, la locura, el manicomio, la creatividad y el orden social.

En 1998 se produjo la progresiva disolución de la experiencia. Un pequeño grupo realizamos presentaciones del libro editado a fines del año anterior. Organizamos Recitales poético-musicales en los cuales Estrella Bencid, Teresita Vaqueiro y Juan José Nessi, entre otros, recitaban poesías propias y de otros. Cumplíamos el objetivo de trasmitir la experiencia en espacios que considerábamos podían constituirse como continuadores de la misma. En un día de charla en el Hospital, Teresita Vaqueiro comentó (era el día 31 de octubre de ese año, 1998) que en una de las presentaciones de Romper Barreras… en la Primera Escuela Privada de Psicología Social, había sentido que Héctor Moar, el querido compañero fallecido poco antes de viajar al 5º Festival, le tocaba el hombro y de decía “¡Dale, lee!”. El recuerdo de Héctor aportaba el empujón necesario, un segundo antes de comenzar a leer “Homenaje y despedida”, poesía que había escrito Estrella Bencid como forma de elaboración de la inesperada muerte de aquel compañero.

La experiencia tocaba su fin. Para algunos de nosotros, tal vez también para algunos pacientes, haya sido una de las experiencias más conmocionantes que tuvimos en nuestras vidas. Allí aprendimos la relatividad del concepto de locura y pudimos encontrarnos, muchas veces, en situaciones insólitas que sellaban nuevos compromisos psicológicos, existenciales e ideológicos. Algunos de nosotros sentimos muchas veces que hallábamos en los compañeros/as del psiquiátrico, más humanidad que la que había afuera, más autenticidad y profundidad adentro del psiquiátrico que la que había afuera, donde la década liberal, llena de cinismo y simulación posmoderna, destruía paso a paso los bienes materiales y simbólicos de la Argentina.

Dice Herman Hesse (Cartas inéditas, 361) que parece que “el mundo está tan chiflado fuera de los manicomios como dentro”. O como recitaban algunos de los nuestros “hay locos que locos son, hay locos que locos se hacen, y hay locos que locos hacen, a los que locos no son”. “No son todos los que están ni están todos los que son”. O como decía la poesía transcripta al comienzo: “cuantos delirios andarán fuera / del envase llamando la atención / cuanta locura dentro de ese envase/ y cuanta afuera”.

El neoliberalismo triunfó afuera, aunque tres años después sería fuertemente confrontado por la crisis y los acontecimientos del 2001. La experiencia de adentro finalizó en 1998. Teresita nos comentaba “Las tardes son larguísimas sin los Talleres”.

Isaac Lang, aquel poeta que en el Corso de 1988 se había referido con entusiasmo a la existencia de “un psiquiatra del cambio” murió el jueves 29 de octubre de ese año, a poco de cumplir 75 años (había nacido el 6 de noviembre de 1923). Murió de un paro cardio-respiratorio no traumático, según contó su hermano que amablemente nos puso al tanto de la triste noticia.

Estos hechos, en cierto sentido penosos y dolorosos, marcaron lo inevitable de una finalización contra la que habíamos luchado. En esa confrontación logramos crecer y elaborar un modo de trabajo con el que llegamos a identificábamos plenamente. Se cerraba un capítulo de la historia de la actividad artístico-creativa en el Hospital de Melchor-Romero que había tenido antecedentes entre los años 1968 y 1974, y a comienzos de los ochenta. Los pacientes ganaban y perdían una vez más su espacio. Se cerraba para ellos un tiempo en el que habían sido tratados con dignidad. Significaba una pérdida para ellos y para nosotros. Quedaban, en cada uno, los aprendizajes compartidos, las estrategias elaboradas, los logros obtenidos. Algunas de las ideas elaboradas en aquellas circunstancias las comentaremos a continuación.

El sentido de los Talleres Creativos Artísticos

Los TCA apuntan a ofrecer un contexto continente, situación que es una condición inherente a la emergencia de procesos creativos. Se trata no de imponer condiciones sino ofrecer la apertura y sostén de un lugar material y simbólico que pueda ser ocupado por sus participantes. Un espacio donde sea posible el encuentro, la identificación y el diálogo; donde surja la dialéctica de los curadores y heridos y puedan diseñarse y concretarse acciones, donde emerja, de manera siempre imprevista y contundente, la condición de sujetos situados de los participantes.

Consideramos que los hombres y mujeres son productores del orden social que los produce. La subjetividad normal, la que se configura en las condiciones de la adaptación activa a la realidad externa e interna, es un sistema abierto en permanente modificación recíproca con el contexto. La enfermedad mental, así como la alienación social corriente (la “cordura” cotidiana), supone el trastrocamiento e inversión de la condición de productor y producido, de modificador y modificado.

Entendemos la creatividad como la capacidad de producir emergentes nuevos y originales, sean estos obras de arte, ideas científicas, resolución de problemas relativamente simples de la vida cotidiana, enfrentar coyunturas vitales o existenciales. La creatividad requiere la inmersión del sujeto en contradicciones múltiples y la posibilidad de producción de síntesis situacionales, integrativas, generadoras y operantes. Una de las condiciones de la creatividad, como se dijo, es la existencia de sostenes, de espacios de continencia.

El trabajo con medios expresivos (plástica, música, teatro, escritura, títeres, etc.) ofrecen un sistema de códigos permeables a la objetivación de lo más sustancial de lo humano. Se canalizan a través de los medios expresivos tanto capacidades creativas como inquietudes artísticas, por lo general ligadas a los aspectos más vitales de la subjetividad. La actividad expresivo artística permite resolver necesidades de expresión, comunicación y objetivación de procesos personales y sociales.

El Taller crea, estratégicamente, una situación de recepción genuina de los mensajes, hecho esencial que codetermina el devenir psicótico o no psicótico de la producción intersubjetiva que se hace lugar en el mismo. La confianza en la propia creatividad así como en la de los otros se realimenta en la experiencia de construcción de estructuras de sostén recíproco.

La cualidad de sujetos creadores de las personas internadas, se manifiesta en el espacio suficientemente bueno del grupo. “La parte más rescatable del paciente es aquella que se trasmite por intermedio del arte” decía una participante de los Talleres Creativos. Un integrante del Frente de Artistas del Borda comentaba “en el Frente hay espacio para todos, es continuo, constante, permanece, produce seguridad, tranquilidad”. 17.

Proceso creador y sujeto de la creatividad

El sujeto creador es el que intenta descubrir, conocer, expresar y transformar el mundo que lo rodea. En este proceso, que es también de aprendizaje, el mundo se ofrece y se escapa, se impone y opone.

Durante el proceso de creación, el sujeto soporta un inevitable monto de sufrimiento que se corresponde con el contacto con ciertas condiciones borrosas de su experiencia vital, interna y externa. Las zonas conflictivas de la vida cotidiana activan vivencias arcaicas en la que el creador se sumerge. Las vivencias internas son angustiantes pero motivadoras. El proceso de regresión, condición de la enfermedad pero también de la salud, permite, en el caso del creador, recuperar recursos expresivos y creativos nuevos y operativos. Se trata, en cierto sentido, de un premio por haberse atrevido a entrar en contacto con lo ambiguo o siniestro de la experiencia cotidiana. La reelaboración de esta vivencia límite, activa la voluntad necesaria para producir el objeto estético necesitado: la frase, el poema, el gesto, la melodía. El creador adquiere cierto oficio, siempre renovado, en la tarea de sumergirse y volver a emerger; en poder destruir el objeto conocido para reconstruirlo de otra manera. Un resultado de ello es que el objeto creado lo acompaña en el vivir cotidiano, en tanto objeto externo que es testigo del proceso de reparación que se puso en juego durante el proceso de elaboración.

En el mundo interno del creador se articulan y debaten personas, personajes, roles sociales, objetos significativos, escenarios naturales y sociales, objetos estéticos e ideas. Son los componentes de una red social interiorizada que Pichon-Rivière denominó grupo interno.

En el proceso de creatividad se transitan con éxito dos fases distintas: una de tipo receptiva, donde el sujeto activa su percepción y se abre a lo que los otros interiorizados producen (experiencia del ser hablado) y otra de tipo activa, donde el sujeto interviene “corrigiendo” estratégicamente la intervención de la alteridad externa e interna. Pensada como un todo se trata de un diálogo interno que es, en el sentido de teatral, un “drama”. La idea nueva, la resolución de un problema, la emergencia de la línea melódica, supone una escena consonante por lo general inconsciente en la que dos o más personas significativas, luego de cierto tiempo de no verse, por fin, se encuentran (Fidel Moccio).

La creación implica desestructuración y restructuración subjetiva, tanto en la dimensión psíquica como interaccional (con los otros y con las cosas). La persona que crea sabe de la complejidad emocional que acompaña la inmersión en lo real, el contacto con la inmediatez de la experiencia singular. Sabe de la indeterminación que es convocada desde el objeto complejo que se le impone y lo requiere en la condición de sujeto. El creador necesita, para abordar ese objeto, volverse él mismo un sujeto complejo. Y es esto lo que llega a lograr cuando da lugar al objeto creado.

¿Como soporta esa vivencia de indeterminación que es en realidad máxima receptividad de múltiples determinaciones y contacto con una ambivalencia (amor/odio) cuasi insoportable? Por el contexto de contención y a través de un tipo de pensamiento y racionalidad dialéctica por la cual se hace posible un libre juego de lo real y lo imaginario. El creador se apoya en su “paisaje interno”, que le da una consistencia, producto de la acumulación de experiencias vividas. Por oficio conoce las regularidades, señales y ritmos que tienen los procesos creativos que vive. Tiene particular conciencia de la necesariedad de los momentos de caos y los ineludibles zigzag que supone espiral del movimiento creativo. Sabe que se trata de empezar siempre de nuevo y confía en que más tarde o más temprano surgirá el “estado creativo”. En el estado creativo se hace posible la captación y síntesis de la diversidad. Lo complejo (la multidimensionalidad de la experiencia) y complicado (la ambivalencia y fragmentación subjetiva) deviene accesible y práctica (operativa).

Crear es criar, hacer nacer, entrar relación con aquello de sí que quiere ser parido, exteriorizado. Se produce un desdoblamiento por el cual el sujeto se diferencia progresivamente de lo que quiere emerger. El sujeto habilita la existencia del objeto de la creatividad. La obra, vivida como otro-uno mismo, se diferencia, se concreta y se espacializa. Este proceso, vertiginoso y angustiante, aunque también placentero y vital, supone la dialéctica del si mismo y del otro en si. Como se dijo, el proceso creador requiere la capacidad de establecer un verdadero diálogo grupal interno. Muchas veces (lo sabe quien crea) la batuta del diálogo interno no la tiene el personaje principal de identificación sino otro interno, una alteridad posibilitante que puede ser también saboteadora. A veces son “voces sabias” que hablan; otras veces son simplemente voces….

En el proceso de desprendimiento el creador-autor se vacía y revitaliza. Logra dar existencia, por medio de su actividad, a lo que solicitan sus personajes internos, en diálogo con el yo. La necesidad logra su objeto. El sujeto (como self, es decir el núcleo del yo y el estratega interno) se trasciende en el lugar exacto en que se configura como creador. La realidad histórico-cultural, el sujeto colectivo de la creatividad, encuentra su portavoz, su hacedor, su arte.

En el proceso de creación hay expresión del adentro y apropiación del afuera. En el proceso de “otrarse” y aprehender lo real el creador se vuelve concreto, lo que le permite “estar a la altura de las circunstancias”. Ni por abajo ni por arriba, inmerso en el proceso total que lo involucra y en un camino que, con idas y vueltas, apunta a reflejar lo real por medio de la creación de lo nuevo.

En el caso de la enfermedad mental el sujeto es manejado por fuerzas vivenciadas como extrañas. Algo-alguien habla, dicta, ordena. La persona es el objeto de un personaje interno (un otro) que tomó el lugar de sujeto.
En la salud mental, es decir en la actividad creativa, se produce también un proceso de alienación más o menos transitorio, un momento de diálogo con los integrantes del grupo interno que accede a objetivarse en un producto creativo (una idea, un sonido, una imagen) con la que el sujeto puede establecer una relación de afiliación y ubicarse en la situación de autoría.

En el proceso creador se asciende desde la representación inmediata de lo múltiple y concreto hacia lo imaginario, donde ya interviene el concepto. Los medios expresivos son las intermediaciones específicas de este proceso de subjetivación. El ascenso a lo imaginario a partir de lo perceptivo-sensorial se continúa con otro movimiento que conduce a la producción de un concreto de pensamiento. En esta instancia, donde el pensamiento ya es concreto (múltiple y situado) se hace posible la externalización del objeto estético, el cual expresa no solo un proceso de reconstrucción sino también una intervención sobre lo real. En el reflejo de lo concreto se objetiva el sujeto que crea, su praxis adquiere correspondencia dialéctica con la situación en la que está implicado.
Una vez realizada (parida) la obra o producido el objeto estético se llega al final del proceso de desprendimiento. La obra tiene vida por si misma y el sujeto, singularizado a través de la objetivación, contempla su obra, en la cual está condensada el proceso creativo, su condición de sujeto y el contexto de descubrimiento.

¿Por qué la creatividad en el campo de la salud mental?

Por que permite:
• la revisión de escenas internas congeladas y/o sofocantes.
• la elaboración de ansiedades
• la comunicación de contenidos
• objetivar conflictos, deseos y necesidades
• establecer un libre juego de lo real y lo imaginario
• producir ideas y objetos nuevos
• romper pautas estereotipadas
• activar/desbloquear el encuentro con el objeto de la necesidad
• eludir la censura
• hacer penetrable el objeto problemático
• conocer y aprehender la realidad
• intervenir sobre lo real

Entre otras características de las personas creativas pueden señalarse:

• espontaneidad y libertad expresiva
• capacidad de inmersión en lo concreto
• modalidad abierta y dialéctica de pensamiento
• capacidad de contacto con lo perceptivo, sensorial e imaginario
• contacto con el mundo emocional
• libre juego de lo real y lo imaginario
• capacidad de percibir (selectivamente) lo nuevo que emerge
• capacidad de sostener, en el nivel del pensamiento y la acción los “estímulos” que aportan lo real y la imaginación
• capacidad de descubrimiento e invención
• fluidez, flexibilidad y originalidad
• capacidad de intervenir en lo real

Los TCA como intervención institucional y comunitaria.

Los TCA son también un espacio de intervención crítica sobre lo institucional y lo comunitario.
En primer lugar un grupo crítico de la institución manicomial; un “grupo sujeto” en el sentido que da Guattari al término. Los TCA crean redes, comunican, promueven protagonismo. Contribuyen a activar acciones que movilizan el anquilosamiento patogenético del manicomio. Los miembros de la institución reaccionan de distintas maneras. Una parte palpita al calor de las producciones creativas de los pacientes; otra parte se desentiende, ignora el paisaje, subestima, oculta e incluso bloquea las acciones que son productos de las capacidades conservadas y creativas de los “asistidos”.

Los Talleres no operan en los intersticios; intervienen sobre el corazón alienado de las instituciones y las personas: sus disociaciones y escotomas. Cuestionan lo central del manicomio; la ruptura que establece en la comunicación, entre los de adentro y los de afuera, el ocultamiento que hace de las capacidades conservadas y potenciales de las personas designadas enfermos mentales. No se trata de una intervención marginalista ni ingenua: se apunta, en coordinación con otros, al centro del problema, los mecanismos generadores o reforzadores de la patología.

La desmanicomialización supone la transformación de las condiciones manicomiales intrahospitalarias como extrahospitalarias (desde los vínculos cotidianos hasta el sistema social e histórico). Desmanciomializar no es cerrar hospitales sino de transformar, hasta abolir, los procedimientos manicomiales.

La presentación de espectáculos y otro tipo de actividades realizada por los integrantes de los TCA son una forma de intervención comunitaria. La salida artístico-creativa crea siempre emergentes significativos, tanto adentro como afuera de la institución. Hace visibles a los actores sociales y la propia existencia material del manicomio, con sus efectos simbólicos destructivos. No es casual que dentro del Hospital la salida sea una cuestión siempre difícil y obstaculizada. Todo parece estar “…fríamente calculado para que el paciente no salga”, al decir de Gilabert. Las personas que asisten a las presentaciones artísticas suelen ver conmovidos sus prejuicios y percepciones: particularmente la representación hegemónica de la locura que la asocia a la agresión y al puro extravío.

Es importante trabajar para que la salida no se transforme en la ocasión de un compadecimiento hacia el enfermo mental ni en un embellecimiento del manicomio que pronuncia ser “abierto a la comunidad”. En estos encuentros algo de los límites no tan claros de la locura y la cordura, algo de lo indignante y doloroso del destino del loco, se pone en juego. El público asistente descubre las capacidades de los “locos” y esta movilización de representaciones pre-juiciosas (mal informadas) lleva al cuestionamiento de las normas hegemónicas de salud que operan sobre cada uno. Las ideas y “teorías” que definen qué es lo loco y que es lo cuerdo. Se dice o piensa algo así como “si estos son los locos que queda para uno”. En la confrontación entre el “estigma de la locura” y el “estigma de la cordura” se llega a vislumbrar una forma distinta de existencia, en la cual pueda estar más integrada la vida emocional, los afectos, más presente los otros como necesarios, el nosotros, más visible la necesidad de crear y comunicar. Se contacta con la necesidad de una vida cotidiana más plena, la necesidad de expresión del adentro y de conquista del afuera; la importancia de una creatividad situada, operativa. Se hace consciente la vivencia estar, no situado, sino más bien “sitiado”, asfixiado, acatando una norma de salud como adaptación pasiva a las condiciones dadas. 18.

Compartir el hecho estético y producir un diálogo auténtico entre los de adentro y los de afuera son los medios que permite romper barreras. G. H. Mead consideraba a principios del Siglo XX que la identificación con los otros miembros de una comunidad significaba derribar muros. Señala que este proceso “pone en libertad una cantidad indefinida de posibles contactos con otras personas” que fueron anteriormente refrenados, reprimidos. El sujeto al incorporarse a una comunidad siente una oleada de emociones ya que incorpora “el valor que pertenece a todos los miembros de esa comunidad”. (Mead, G.H. 1934. p.242)

Una especial experiencia de salida, prolongada, son las que ofrece el Festival Latinoamericano de Artistas internados y externados de Hospitales psiquiátricos, organizado por la Red Argentina de Arte y Salud Mental y fundado por el Frente de Artistas del Borda. Se da allí la oportunidad de revisar las representaciones sociales de la locura y la cordura. En ese espacio, compartiendo las 24 horas de cada uno de los 5 o 6 días durante los que se realiza, se conmocionan las percepciones estereotipadas que genera en cierta cotidianeidad uniforme; se altera el límite habitual (arbitrario) de lo sano y lo enfermo. Los pacientes revisan sus miedos al afuera y viven un proceso de “humanización” por el que dejan de “parecer” locos. Se produce en ellos una movilización de sus mundos internos y la posibilidad de reelaboración de las escenas cristalizadas y estereotipadas. Logran visualizarse posibles proyectos personales y grupales. Las personas internadas recuperan lo “sano”, lo mejor de la vida cotidiana, la identidad propia y compartida, los vínculos comunitarios (no institucionalizados por el manicomio), recuperan la palabra, el protagonismo, la condición esencial del ser sujeto. La salida prolongada genera la experiencia, evidente, de que el manicomio expropia las condiciones materiales y simbólicas de la subjetividad.

 

Los curadores y heridos: ideologías y actitudes en salud mental

A inicios de 1989, cuando comenzó nuestra experiencia, tuvimos la oportunidad de escuchar al Dr. Abelardo Gilabert, quien se dirigía a un grupo de maestros de los Talleres de Formación Laboral que iniciaban su tarea. Dijo:

Entre los pacientes y los maestros hay identidades y diferencias. Puede establecerse una distancia excesiva o una distancia más cercana. Desde la distancia excesiva surgen o se refuerzan las ansiedades persecutorias; se genera un clima de persecución por el intento de mantenerse diferente. Desde una distancia menor es posible reducir los temores ya que se pueden visualizar las capacidades de los pacientes.
La primera tarea es establecer una aproximación, lograr cierta cohesión en el grupo. Esta cohesión es imposible sin establecer correlaciones comunes e identificaciones.
El rechazo que se produce teniendo en cuenta la situación de aproximación puede no implicar distancia excesiva o rechazo objetivo. Un objetivo que se cumple implica una capacidad que se desarrolla y si esto sucede no es necesaria tanta medicación para resolver la ansiedad.

Desde los TCA, aún en el marco de reforma psiquiátrica, nos interrogamos por las actitudes e ideologías que ponían en juego los coordinadores artísticos y psicológicos. Desarrollamos la idea-imagen de que en cada uno de nosotros hay un curador y un herido.
Planteamos, siguiendo a Gilabert, que se trataba de establecer de entrada una identificación con la persona internada. Se trata de una identificación (un encuentro emocional) difícil de tolerar ya que cuando el otro con que nos identificamos es una persona “enferma” y marginada, se activan vivencias propias y un necesario reconocimiento y elaboración de los propios aspectos locos y marginados (sacrificados). Decíamos que la elaboración psicológica de esta identificación debía realizarse desde la condición de operadores que intervienen en ese campo. Reconocer estos aspectos heridos es una actividad simultánea a la de disponerse, diseñar y establecer estrategias de cambio. En las entrevistas de “admisión” que realizábamos con los candidatos a coordinador uno de ellos dijo, luego de dos o tres encuentros, “ahora estoy igual de entusiasmada pero más calma”. 19 Uno se encuentra con el herido cuando, en el marco del establecimiento de una práctica transformadora, logra encontrarse con la que tiene de curador. Eso supone encontrarse con el herido sin quedar «atrapado en la fantasmática del objeto destruido» (Pichon-Rivière).

El curador debe ser un depositario operativo. Se hace cargo de lo situacioalmente depositado; es alguien con capacidad de contacto, con cierta “gravedad” que le permite soportar un peso. Entrena y desarrolla su capacidad de continencia así como de inmersión en el existente (Paulo Freire). Devuelve lo depositado, gradualmente, ni bien se empiezan a dar las condiciones para ello. Codifica y descifra las situaciones, en su dimensión externa como interna, tanto del otro como de si mismo. Estas dos cualidades del operador (continencia-desciframiento) son requisitos indispensables del coordinador o copensor que se propone contribuir a desbloquear y/ó potenciar el proceso de salud mental (y el proceso creativo es un tipo de proceso saludable por excelencia).

Pichon-Rivière realizó, en la década del setenta, un análisis crítico de las formas de vínculo que los terapeutas establecían con sus pacientes. Su crítica más fuerte se dirigió a quienes establecían vínculos autocráticos y eran, por ello, líderes de la resistencia al cambio, condicionantes de la cronicidad del paciente. Fue crítico también de quienes, tratando de eludir lo autocrático, sólo conseguían establecer una simbiosis, tan intensa como inconducente.

El problema de las actitudes y las ideologías del operador es una dificulta cotidiana en el exigente campo de la transformación de la locura a través del arte y la creatividad. Se trata de una situación cotidiana de trabajo que supone la confrontación con una situación límite, para quien se afilia a este campo de trabajo. El reconocimiento de la dialéctica del curador y herido en uno mismo, así como en las personas internadas, es decir el establecimiento de un enfoque dialéctico de esta relación, es el único modelo operativo (y ético) que conocemos.

En la práctica de los TCA llegamos a identificar diversos tipos de modelos, “desviados” respecto del que consideramos adecuado. Se trata de modelos vinculares y actitudinales (ideológicos) que son frecuente y sistemáticamente asumidos por los operadores y requieren, por ello, de su esclarecimiento y modificación.

Paternalista adaptacionista. La actitud paternalista o maternalista (básicamente autocrática) supone que la necesaria contención operativa se transforme en “contención” a secas, suprimiendo u obturando la función operativa a la que debe tender. Desde este posicionamiento en el vínculo se trabaja como adaptador, apaciguador de conflictos, “calmando” la alteración y promoviendo la adaptación pasiva a lo dado.

Simbiosis. Algunos, tratando de eludir la vinculación autocrática establecen vínculos aparentemente democráticos y horizontales que son, en realidad, simbióticos, como señalaba Pichon-Rivière. Esta modalidad es, desde el punto de vista operativo, tan intensa como inconducente. Quienes establecen este tipo de vínculo son personas que establecen liderazgos demagógicos ó mesiánicos que son a veces también laissez-faire. A diferencia de esta indiferenciación simbiótica, el vínculo operativo basado en la ddialéctica del curador y herido, se caracteriza por el establecimiento de una asimetría instrumental que apunta a un cambio, a la modificación de la situación dada y no a un refugio en la misma.

Idealización romántica. La concepción romántica es la que tiende a idealizar la locura. Cierta dosis (solo cierta dosis) puede ser operativa. Más allá de ello es un obstáculo. Como se sabe, la idealización conduce, más tarde o más temprano, en forma más manifiesta o implícita, a la decepción, e incluso a la denigración y la descalificación del objeto antes idealizado.

Psicopático-maníaca. El contacto con la locura y las condiciones manicomiales produce un impacto que suele dar lugar a actitudes psicopáticas por las que se intenta depositar y desplazar sobre “la comunidad que debe ser esclarecida”, la propia conmoción. Hay que producir «hechos», “acontecimientos” que apuntan a «concientizar» a la sociedad por medio de mensajes impactantes, no exentos de cierta crueldad. Esta actitud se basa en una incontinencia afectiva que se deriva en la “actuación” de lo no procesado. No puede establecerse, en este caso, la posición de depositario. Este modo de vínculo se viste a veces de cierta idealización de la situación de la locura, al modo del anterior. En el fondo, encubre incomprensión y rechazo a la locura como situación concreta, situación que se hace visible cuando por alguna causa el rol revolucionario adjudicado al paciente no es asumido por este.

Sociologista y tecnicista. La locura para algunos es un problema exclusivamente sociológico. En cierto sentido es la posición de la Reforma Psiquiátrica llevada adelante por F. Basaglia. La locura es vista sólo como una forma más de segregación, como lo es la pobreza, la marginalidad, la delincuencia. En esta generalización queda ocultada la especificidad de la problemática del enfermo mental, su dimensión intrasubjetiva y existencial. Se niega o desestima la complejidad del problema y se tiende a pensar que modificando o cerrando el manicomio se resuelve la locura.

Identificación masiva y colapso operativo. Esta situación se ve en personas que, teniendo muchos años de trabajo en el manicomio, fueron absorbidos por el mismo. Se produce una mimesis del trabajador de la salud con la parte enferma de los pacientes. Esta indiscriminación simbiótica se expresa como actividad burocrática (y repetición diaria de las mismas acciones inconducentes) o sobreactividad sin sentido. Un recurso clásico, acorde con un posicionamiento autocrático, es el del establecimiento de un distanciamiento excesivo, en el cual la sordina manicomial llega a su extremo. Se produce lo que Pichon-Rivière llamaba “psiquiatría por delegación”, esto es el caso en el cual el profesional actúa sólo a través de la intermediación de terceros, evitando el contacto con los pacientes.

 

Conclusiones

 

Se relató una experiencia de arte, creatividad y salud mental realizada en el Hospital de Melchor Romero, en un marco de apogeo de reforma psiquiátrica y posterior desarticulación de la misma.

En el interior del manicomio, en todos sus estamentos, luchan las tendencias a la salud y a la estereotipia, cada una de ellas con sus portavoces. Si no hay proyectos de transformación, el Hospital funciona ineludiblemente como un manicomio; como un espacio fragmentado y disociado, productor de patología. Entonces los aspectos heridos de las personas internadas encuentran su congelamiento y refuerzo. El manicomio es un lugar de control y exclusión social que instaura un tiempo mítico, de eterna repetición, del que es casi imposible salirse. Se despoja allí a los sujetos de su palabra y de lo que es su rasgo más distintivo, la de ser productor colectivo de la vida social, sujetos de la creatividad. Se trata de una institución temida que tiene entre sus funciones, recordarle a los “cuerdos” lo que le sucede a quien no cumple con la “cordura” cotidiana.

La creatividad es aparentemente una actividad ingenua, pero no lo es. Se trata de un poderoso instrumento para la salud mental y la vida comunitaria en general. Posibilita la transformación de lo siniestro en maravilloso. Los TCA son un espacio de sostén de esa creatividad en el cual se hace posible la producción de emergentes nuevos. Son también un espacio de intervención crítica sobre lo institucional y lo comunitario. Lugar de cuestionamiento del manicomio y promoción de salud mental de adentro y de afuera. El arte, como hecho estético, junto al diálogo auténtico, operan rompiendo las barreras que generan las disociaciones manicomiales.

El equipo de trabajo tiene la responsabilidad de posibilitar el diálogo de los curadores y los heridos. Se trata de acceder a una comprensión dialéctica de lo sano y lo enfermo que permita establecer intervenciones operativas. Para ello es necesario eludir los lugares comunes del adaptacionismo, la simbiosis, la idealización, la actuación maníaca, el sociologismo y la asimilación manicomial.

Los sujetos creadores son los que intentan descubrir, conocer, expresar y transformar el mundo que lo rodea. Las personas internadas son sujetos de crisis pero también de elaboración y creatividad. Su condición de símbolos y depositarios de los aspectos alienados de la estructura social requiere la instauración de espacios, como los Talleres Creativos Artísticos, donde la salud y creatividad pueda tener lugar.

Las que finalizan aquí, son las ideas que sobre la necesaria transformación de la locura fuimos descubriendo y redescubrimiento en esta experiencia.

 

 

 

  1. Abelardo Gilabert, El manicomio ¿una institución para los locos?. Ediciones Cinco. Bs.As. 1992. Pags.17/18.
  2. Ibid anterior, pag. 33.
  3.   Extractos de Pichon-Rivière, E. El Proceso Grupal. Del psicoanálisis a la psicología social I. Buenos Aires
  4.  Llegué a ser amigo personal de Isaac Lang con quien compartimos algunas mañanas y varias tardes. Fue recibido también por mi familia que se abrió solidariamente a integrarse a la situación creada por mi inclusión en el psiquiátrico.
  5.  Citado en Fabris, F. (1990). “Taller de Artes Plásticas: un ámbito para la creación y la salud». En Revista La Barraca, Año 2 Nro. 3. Dirigida por Abelardo Gilabert y Secretario de Redacción: Javier Biasotti. Noviembre de 1990. 
  6. El Festival se realizó en la Ciudad de Buenos Aires. Alberto Sava fundó el Frente de Artistas del Borda (FAB) en 1985. El FAB es una experiencia original que recogió la tradición de la Peña Carlos Gardel (Alfredo Moffatt), de comienzos de los setenta. Para remontarnos más lejos, es necesario citar las actividades plásticas que realizó en la década del treinta J. Battle Planas, junto a E. Pichon-Rivière, en el mismo Hospital.
  7. El primer Taller de Plástica estuvo integrado por las artistas plásticas Koky Barragán e Irma Medina, los alumnos de la Escuela de Psicología Social María del Rosario Baldeón y Marina Pavón y el psicólogo social Fernando Fabris.
  8.  La temática del Curador y el herido fue posteriormente publicada en el libro de Gilabert, El manicomio ¿una institución para los locos?, publicado por Ediciones Cinco.
  9.  Organizado por el Frente de Artistas del Borda y el Ministerio de Salud de Misiones (Posadas, Misiones. 1991)
  10. La identificación proyectiva e introyeciva, flexible, aparece como signo de salud. Por lo tanto una forma de subjetividad no psicótica, que contradecía la otra tendencia, la estereotipia que la llevaba a repetir -y no crear- las mismas formas cada vez.
  11.  Fueron coordinadores artísticos y/ó psicológicos en los Talleres Creativos Artísticos: Gabriela Lachowicz, Noemí Petrocini, Koky Barragán, Irma Medina, María del Rosario Baldeón, Marina Pavón, Edgardo Molina, Sandra Lema, Mónica D’Elía, Laura Böhm, Margarita Seoane, Gabriel Ortega, María de los Ángeles Napolitano, Elba Ciocca, Sylvia Boffi, Ángela Senneke, Alejandra Álvarez, Ana Laura Gorelik, Berta Akselrad, Daniel Santamaría, Graciela Derman, Gricel Acuaro, Mónica Pisgliard, Pablo Benedetti, Raúl Simón, Tucky González, Valentina Kosak, Viviana Bustos, Berta Aronowicz (supervisora de Taller), Silvia Puccini (supervisora de Taller) y Fernando Fabris (coordinador general).
  12. Entre quienes estaban Marcelo Insaurralde (Jefe del Departamento), Rubén Tocho y Rosita Silva.
  13. Existía un convenio del Hospital con la Fundación Kliniké, presidida por Abelardo Gilabert e integrada por algunos de los que habíamos tenido mayor compromiso con la reforma psiquiátrica liderada por Gilabert.
  14. Las política liberal o neoliberal en la Argentina de Menem se vehiculizaba en la privatización abierta o encubierta, lenta o rápida, de sectores de la Salud Pública. El Decreto de Autogestión Hospitalaria tuvo el sentido de introducir la racionalidad privada en el ámbito público, para facilitar la captación del “negocio de la salud” por parte de diversos capitales, nacionales y multinacionales. En un hospital psiquiátrico se llegó a decir “lo que no produce dinero no es rehabilitación”.
  15. Los mismos estatutos de la Red Nacional de Arte y Salud Mental señalan entre los objetivos de la misma: “Convocar y reunir a todas las instituciones, grupos e individuos que tengan como dirección fundamental de su pensamiento y su practica el proceso de desmanicomializacion, y la defensa del Hospital y la Salud Publica y Gratuita, en el marco de una sociedad mas justa”. En los Talleres Creativos Artísticos habíamos previamente estudiado el problema de la Autogestión a través de textos del Lic. Casinelli (Rama Salud de ATE) y del Dr. Salvarredi.
  16. Se refiere a la Dra. Diana Uribarri, Jefa del Servicio de Rehabilitación y Coordinadora de los Talleres Terapéuticos quien apoyaba nuestra experiencia. sobre los Talleres.
  17.  2ª Jornadas de Desmanicomialización, Casa de la Provincia de Buenos Aires, 26-11-96
  18. El proceso de desestructuración y alienación transitoria debe ser diferenciado (y relacionado) al descrito por Marx con referencia al sistema capitalista de producción (en El Capital). Nuestro orden social instaura cierto tipo de praxis (prácticas e ideologías) que son generadoras de una vivencia de extrañamiento más o menos permanente. La vida social está planteada de tal manera que se extranjerizan las capacidades y potencialidades individuales y colectivas. En este “proceso” se pierden rasgos inherentes a lo humano: la condición de productores, creadores y protagonistas de la vida social. Nos percibimos muchas veces como objetos o efectos pasivos de la sociedad. Esta alienación social es la base sobre la que se constituye un tipo de subjetividad disociada o fragmentada en la que se fundamentan todas las estructuras psicopatológicas.
  19. Es importante tener en cuenta que en la vocación por incluirse en este campo de trabajo operan ciertas experiencias vividas entre las que suele encontrarse la necesidad de comprender y reparar algún vínculo propio (externo o interno) que se vive como dañado o patológico. La reparación buscada, debidamente esclarecida y contenida por el trabajo grupal del equipo, se desarrolla a medida que se interviene en la realidad, se profundiza a medida que avanza la acción práctico-crítica.

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