La creatividad es una capacidad existente o potencial en todas las personas. Presenta en cada sujeto modalidades diferentes y magnitudes variables. Es el resultado emergente de la articulación de capacidades cognoscitivas, emocionales y prácticas y está íntimamente asociada a la posibilidad de encontrar nexos, de forma novedosa, en gran cantidad de variables que operan simultáneamente en una situación dada.
Esta característica se hace presente tanto en la creatividad de un hecho cotidiano simple (hacer la comida, reorganizar los muebles, colgar una lámina en una pared, etc.) como en la creatividad más compleja, aquella que se pone en juego en las creaciones culturales populares, como por ejemplo el desarrollo de estrategias adecuadas en las luchas sociales.
Son formas complejas de creatividad, también, las que se presentan en la investigación científica y tecnológica así como en el campo artístico. Creatividad es innovación. Como dice una definición tradicional, es encontrar soluciones adecuadas a problemas nuevos o soluciones nuevas a problemas conocidos.
El entrenamiento de la creatividad
La creatividad es una capacidad inalienable de cada ser humano. Esta capacidad puede entrenarse y favorecerse desde la implementación de técnicas específicas que requieren la construcción de un “espacio creativo”, es decir un lugar donde se favorezca la comunicación expresiva y se estimule la aparición de lo nuevo.
Los resultados logrados en el empleo de las técnicas creativas muestran su eficacia en diversos campos: el aprendizaje, la psicoterapia, lo artístico, la promoción institucional y comunitaria. En todos los casos permite soluciones operativas e integradoras en el sentido de formas de pensamiento y acción que elevándose de lo inmediato guardan sin embargo un contacto estrecho con las representaciones, imágenes y afectos que están comprometidos en la situación de que se trate. Las técnicas creativas potencian y permiten una modalidad de funcionamiento psíquico caracterizado por la fluidez y la flexibilidad interna así como una forma multilateral y práctica de conexión con la situación que se debe abordar y resolver. Por medio de estas técnicas se desbloquea, despierta y desarrolla la capacidad creativa.
Las dos fases del proceso creativo
En todo proceso creativo se presentan dos fases que se interconectan e interactúan: la fase activa y la receptiva. Estas dos fases pueden ser observadas en la creatividad que emerge en la vida cotidiana. A las personas se nos presentan en el diario vivir momentos creativos en los que hallamos inesperadamente una solución que antes, esforzada e infructuosamente, habíamos intentado lograr. Nuestra actitud habitual suele ser desechar lo que se produce espontáneamente en ese “estado creativo” ya que lo calificamos de “irracional”, “absurdo”, “oscuro”, “insignificante”, etc. Actúa allí una matriz mental hipercrítica que califica esa práctica u ocurrencia creativa como una locura o falta de “racionalidad”. A esa desestima de la propia creatividad contribuyen motivos emocionales, conceptuales, culturales e ideológicos.
La idea o imagen que “nos llega”, inquietante pero nueva, es un producto creativo que al ser desestimado “se pierde”. Se bloquea así la posibilidad de expresión y cambio. Aunque no lo sepamos el producto creativo es el resultado de un silencioso proceso elaborativo en el que estuvimos ocupados, a menudo casi sin saberlo.
El producto creativo, la solución a veces imprevista a un problema que nos ocupó con anterioridad, suele llegar de una zona de uno mismo que tenemos la impresión de no conocer; aparece en el marco de cierta extrañeza como “algo en mi” que hace presente lo nuevo. Lo nuevo en esa circunstancia no surge tanto del esfuerzo consciente de búsqueda sino de cierto abandono circunstancial de esa búsqueda, aparece cuando “se deja de buscar”. Pablo Picasso, trabajador incansable en el campo de la pintura solía decir “yo no busco, encuentro».
Esa idea o imagen inesperada se nos presenta en contextos cotidianos en cierto sentido inestructurados: cuando se va de un lado a otro, en la calle, en el baño, al despertarse o poco antes de dormir. En esas circunstancias de “pasaje” de una situación a otra, las defensas psíquicas y las actitudes rígidas se debilitan y permiten la aparición de imágenes y percepciones que son la materia prima de la idea o conducta nueva. Allí aparece el producto “espontáneo” de la creatividad. Por supuesto que la calidad de lo que aparece en el momento creativo espontáneo está vinculado al trabajo previo, al esfuerzo activo realizado previamente, orientado a un fin, que es el logro del objeto de la creatividad. Aquel objeto de la creatividad o producto creativo, es lo sepamos o no, la respuesta a una necesidad.
Reafirmemos esta idea: el momento receptivo, espontáneo, en el cual la solución “nos llega” guarda una relación de proporcionalidad dialéctica con el trabajo activo previo, realizado conscientemente. Por lo tanto lo consciente y activo es parte de una totalidad orgánica que incluye también lo espontáneo y receptivo. Son las dos fases de un proceso único. Al decir de algunos autores crear es también dejarse crear.
Las dos fases creativas incluidas en el proceso total
Las dos fases creativas se suceden y alternan en un proceso total que tiene varios momentos. Al ser la conducta humana un “continuo” es en cierto sentido arbitrario marcar un comienzo y un fin del proceso creativo. A los fines didácticos podemos señalar la siguiente secuencia.
Un momento inicial en el que se entra en contacto, se registra, consciente o inconscientemente, una necesidad. El sujeto, en esa circunstancia comienza una tarea de focalización; enfoca la situación problemática. Se produce un estado de movilización interna o “incubación” en el cual, al decir de Enrique Pichon-Rivière, se depositan objetos internos. De esa manera aumenta la significación subjetiva del problema planteado y el sujeto pasa a estar inmerso en el mismo. Luego de un trabajo elaborativo, de búsqueda interna y externa, aparece un “nuevo emergente”: la idea, imagen o conducta creativa. El sujeto opera sobre esa imagen que como dijimos emergió en un momento de espontaneidad; realiza un trabajo activo y consciente que va a apuntar a la objetivación del producto creativo y eventualmente a su comunicabilidad.
Creatividad individual y social
La creatividad que se pone en juego en un sujeto es a pesar de su manifestación individual un proceso esencialmente social. La persona “habla” en su hacer pero también “es hablado” en el sentido de que somos en cada aquí y ahora portavoces de nuestra propia historia así como de los otros más inmediatos y mediatos. El hecho creativo, en su aspecto más espontáneo, revela la presencia de otros internalizados que intervienen en forma inconsciente pero eficaz. Por eso se dice que el escritor es un “estratega” que inventa tramas pero también es una especie de “secretario” que organiza lo que se le aparece e impone. Es el estratega del descubrimiento aunque también un receptor de la estrategia de sus personajes internos.
Esta modalidad de funcionamiento del proceso creativo, a la que ya nos referimos, es la forma en que se expresan, en un mismo momento, las dos fases de la creatividad: la activa y la receptiva. El momento receptivo es en el cual “llegan” las imágenes e ideas, es un momento de espera activa y requiere de la posibilidad de darse tiempo, aceptar lo desconocido y no convencional y encontrar el lugar que lo favorezca. Aparece entonces la solución esperada respecto de algo en lo que estamos inmersos. Junto con la solución esperada aparece una percepción más integrada de nosotros mismos como sujetos, la integración de mente, cuerpo, emoción y mundo (“me volvió el alma al cuerpo”, “percibo mejor la situación y me siento parte de la misma”).
La matriz censurante de lo creativo tiene como dijimos antes determinantes conceptuales, emocionales e ideológicos. La organización social capitalista entrena y aprovecha la creatividad de un sector “especializado” que se pone al servicio de la reproducción de las relaciones capitalistas. Se intenta perpetuar la lógica de un sistema que curiosamente está organizado alrededor, no de la satisfacción de las necesidades humanas, sino de la obtención de la máxima ganancia. Este anhelo de la máxima ganancia, que por efecto de la “costumbre” nos parece “natural” desvirtúa las condiciones de la creatividad misma y es el que fundamenta las formas de uso de la creatividad por parte del poder (ej: la publicidad comercial, la creatividad empresarial, etc.). Por eso suele ser contradictorio la aplicación de técnicas creativas y participativas en contextos empresariales, donde la distancia social y de poder (clases sociales) de los participantes es muy elevada y donde el destino de la creatividad de los empleados, obreros, trabajadores en general, es la apropiación unilateral por parte de la empresa del beneficio logrado.
En términos generales el propio sistema, para resguardar sus “intereses” trata de inhibir y bloquear la creatividad popular. Las formas como busca hacerlo son propias de cada coyuntura histórico-política pero todas se asientan sobre una situación básica descripta por Carlos Marx hace más de 150 años: la escisión capitalista de los productores respecto de sus productos así como la enajenación respecto de las condiciones en que se produce. La alienación social de la mayoría es la base histórico-económica de la angustia social, la inseguridad básica y el sufrimiento producido por la presión de la escasez y por el bloqueo del poder “verse expresado” y reflejado en el producto así como la obstrucción de la necesidad de identificación con los otros con quienes se produce. Si bien la creatividad es un hecho social aparece como algo meramente individual, producto de la genialidad. En la mayoría de las personas la propia capacidad creativa aparece como algo ajeno, extranjero, no propio; un producto escindido del productor y por eso, desechable.
La práctica creativa en el hospital psiquiátrico
Este proceso de alineación y ocultamiento de la creatividad inherente a todas las personas se me hizo progresivamente evidente por la observación de la vida cotidiana aunque en particular en el trabajo sostenido durante 10 años en el ámbito del hospital psiquiátrico. Pude constatar en esa práctica que al enfermo mental se le adjudican erróneamente dos aspectos dicotómicos: por un lado la suma pública de la irracionalidad, incapacidad y peligrosidad, y antagónicamente la suposición de una especial capacidad para la creatividad y una genialidad proporcional a su locura. Ambas cosas son erróneas y falsas. La persona que enferma gravemente es alguien sumido en un profundo sufrimiento que impone, por lo general, la paralización de su capacidad creativa. El loco crea “a pesar” de su locura y no por su locura; crea esencialmente en los momentos de salud, en los que por medio de una posibilidad creativa nueva logra ganarle una batalla al sufrimiento y la enajenación.
La instalación sostenida, en el ámbito del hospital psiquiátrico, de dispositivos creativos nos mostró una y otra vez que en el contexto adecuado el sufrimiento intolerable de la locura podía ser expresado, objetivado en la producción creativa-artística y elaborado psíquicamente. La creación de objetos creativos —plásticos, literarios, teatrales, periodísticos, musicales, etc.— fue seguida en todos los casos del necesario momento de comunicación de lo creado. Por ello el dispositivo de trabajo apuntó a sostener la “salida” habitual del paciente internado del ámbito de internación. Para ello realizamos decenas de presentaciones en los más diversos ámbitos comunitarios e institucionales.
La comunicación del producto creativo, realizada por los mismos pacientes, es esencial para el proceso de cura ya que la locura tiene no sólo determinantes internos sino contextuales. En todos los casos la “salida” extramuros de los pacientes fue especialmente productiva para todos.
La experiencia de “la salida” hacía visible “la salud de los enfermos” y por lo tanto apuntaba a transgredir una regla implícita pero básica del manicomio: que nadie o casi nadie debe curarse. Por esta trasgresión fuimos objeto de todo tipo de saboteos y nuestra tarea se desarrolló en la casi totalidad de su duración en lucha contra las políticas oficiales. Por supuesto que hicimos acuerdos con las distintas gestiones de dirección del hospital aunque siempre nuestra atención principal se dirigió a la base, a la construcción de la más amplia unidad posible “por abajo” (enfermeros, sindicalistas combativos, algunos profesionales, la mayoría de los pacientes).
En las presentaciones públicas de las producciones artísticas de las personas internadas constaté reiteradamente un mismo emergente: la conmoción del público asistente que disfrutando de una poesía o una representación teatral descubría el inmenso potencial que tenían aquellos seres sufrientes y abandonados. Se les hacía evidente las capacidades conservadas y la posibilidad expresiva de quienes en la representación social como dije antes son los depositarios de la irracionalidad y la incomunicación.
La constatación de la capacidad del “incapaz” así como de la posibilidad de elaboración de su sufrimiento, produce un fuerte impacto en el público asistente que relaciona rápidamente lo que observa en otros a la propia vida. Tal vez exista aquí una resonancia e identificación de los aspectos “heridos” del otro con los aspectos “heridos” propios y de las necesidades y capacidades del otro con las propias. Toda historia personal contiene el recuerdo de una creatividad que fue censurada, reprimida o que no tuvo el lugar apropiado donde poder desarrollarse. El “publico” hace consciente entonces aquella historia de necesidad y frustración de la creatividad: el loco desde su debilidad y su fortaleza se transforma en el “espejo” donde mirarse, dramatiza ese juego de “muerte y resurrección” que la historia de cada uno contiene. Por ello el enfermo mental es, al decir de Enrique Pichon-Rivière, el “depositario y símbolo de su estructura social”. En tanto ser sufriente “desposeído” de su racionalidad nos presenta, ampliada, la situación básica de las amplias mayorías. En tanto sujeto que elaborando su sufrimiento pudo producir una comunicación artística eficaz se transforma en un líder con el cual poder indentificarse. Es en término generales un espejo que muestra la propia alienación social, la separación cotidiana, social y violenta de las propias capacidades creativas.
La creatividad de los pacientes, sostenida y posibilitada por en un espacio grupal-institucional —los Talleres Creativos Artísticos— muestra que las condiciones vinculares-sociales son determinantes del destino de satisfacción o frustración de las necesidades creativas, de la posibilidad de la creatividad —en tanto elaboración y salida de la locura— o de la inhibición de la creatividad, como reforzamiento de la misma.
En la escena social de nuestro país, podemos observar desde hace ya algunos meses un inmenso despliegue de creatividad popular, una “nueva vuelta de espiral” en la lucha social, aquella que partiendo de las necesidades de subsistencia y el deseo de un presente y futuro distinto, crea día a día nuevas formas de desarrollar el combate. En esa lucha se juega un presente y un futuro de felicidad o infelicidad. En la búsqueda de la satisfacción de las necesidades objetivas y subjetivas, este creciente protagonismo colectivo, apunta de diferentes maneras a la modificación de las relaciones sociales de producción, relaciones que se muestran como una traba para la satisfacción de las necesidades sociales. Esta forma de creatividad, sin duda la más profunda, apunta a disminuir y abolir la separación de los productores respecto de sus productos, a hacer el medio social más habitable y con ello generar las condiciones de una forma de vida menos alienada, más humana.
¿Qué es la locura?
Es una membrana que no nos permite razonar, pero, en todo loco hay un sinónimo de incomprensión. El loco, no ve nada rosa en su vida, y va haciendo equilibrio como una navaja que es el filo de la vida- pero no de la muerte. Tal vez, comprendamos, y vemos diariamente, un prisma; nuestros terapeutas pueden lograr lo rescatable del paciente, pero un loco, nunca, nunca puede integrarse; los terapeutas luchan por devolverlos a la sociedad, pero ésta no perdona. Por eso este Evento de Artistas de Hospitales e internos, nos hace sentir como en nuestra propia casa, desde “dame un pucho” hasta “toma la medicación”. La luz no llega a sus mentes, llega el ejecutor, la guadaña. 1
Estrella Bencid
Los Talleres Creativos Artísticos
Los Talleres Creativos Artísticos del Hospital Neuropsiquiátrico “Dr. A. Korn” de Melchor Romero (1989-1998) funcionaron con un dispositivo básico que consiste en la realización de un Taller Expresivo seguido de una reunión de Grupo Operativo cuya tarea es la reflexión sobre lo producido.
Los Talleres Creativos Artísticos fueron cofundadores de la Red Argentina de Arte y Salud mental, asociación que agrupa a todas las experiencias similares desarrolladas en los psiquiátricos de la Argentina.
La Red organiza los Festivales Latinoamericanos de Artistas Internados y Externados de Hospitales Psiquiátricos los cuales consisten en una experiencia única en el mundo que agrupa, durante 5 ó 6 días a aproximadamente 500 personas, de las cuales el 75 % son personas internadas. Las mismas comparten sus producciones artísticas y participan de actividades de tipo congresal. En contacto con el sufrimiento y las complicaciones que la enfermedad mental produce elaboramos estrategias que apunten a sostener las experiencias que se realizan en cada hospital del país e ir aprendiendo cómo “transformar la locura”.
Un volcán en erupción
Había una vez en un país del sur un volcán que se cansó de callar. Los que estábamos cerca nos asustamos y salimos corriendo, nos protegimos.
Algunos murieron, el paisaje cambió.
Las piedras quizás se transformen en flores.
Los paisajes se renuevan.
¿Por qué digo quizás? Tengo que hacer, no tener miedo.
Para que cambie y nazca un paisaje nuevo algo tiene que morir y crecer con más fuerza.
Ojalá sea con más fuerza como el maíz que cuando se entierra el grano muere, pero de ahí sale una vaina con tres puntas.
Cuando pudimos mirar el paisaje esplendoroso, nos deslumbramos con las llamas embravecidas.
No seguimos huyendo, nos tomamos de las manos para ver la lava.
Los grandes volcanes se convierten en hermosos lagos.
Hay que ver como reconstruir el pueblo.
Los sobrevivientes vieron la luz.
Después de muchos años pudieron navegar en el lago y salió el arco iris a pesar del fuego.
Habíamos aprendido lo que era un volcán. A no asustarse y ayudar a la transformación. Había que quedarse. Todos juntos podíamos lograrlo.
El impacto fue tan poderoso, como un símbolo de muerte y renacimiento. 2
- (Este texto surgió como salida a un momento crítico vivido por su autora; el registro de una pérdida y un sufrimiento intolerable pareció sumirla en un silencio profundo. La presencia de sostén y compañía ayudó a la elaboración creativa de lo siniestro. Pocas horas después emergió el bienestar y un producto creativo: el poema “¿Qué es la locura?”, publicado en Romper Barreras: poesías y testimonios desde un Hospital Psiquiátrico”. Ediciones Cinco. Bs.As., 1998.)
- Creación colectiva producida el 7/8/2001 en un Taller de Creatividad en ocasión de una de las jornadas de lucha social que vienen recorriendo nuestro país. Dicho Taller está dirigido por el Dr. Fidel Moccio y funciona en la Primera Escuela Privada de Psicología Social fundada por Enrique Pichon-Rivière.
Dejar una contestacion