Lo cándido y lo cínico en la subjetividad de hoy

Macri baila en el balcon de la Casa Rosada.
El flamante presidente, Mauricio Macri, saluda desde el balcón de la Casa Rosada, a la gente que se hizo cita en la Plaza de Mayo para presenciar la ceremonia de asunción.

El tonto nunca puede oler al diablo (vida mía!) ni si caga en su nariz. Indio Solari

“Ojalá que le vaya bien al gobierno” es la expresión manifiesta de una ambigüedad de fondo. La frase es dicha y produce en algunas personas una aceptación inmediata y en otras un rechazo enérgico.

Queda cada vez más claro que el gobierno actual es malo (muy malo) pero no se termina aún hoy de asimilar el hecho.
Existen causas evidentes que fundamentan esa ambigüedad: se percibe cada vez más que es un gobierno que actúa contra la mayoría pero se sabe que es un gobierno surgido de la elección de la mayoría. Pero además existe un guion implícito que se basa en la realidad de un gobierno que simula proteger pero asfixia y un pueblo que no puede dar por cierta la maldad de la que está siendo objeto.

Hay hechos que dan cuenta de una acción cínica y perversa por parte del gobierno:

  • Aumenta el precio del pan mientras financia la compra de autos de lujo.
  • Toma deuda pública mientras quita impuestos a los ricos.
  • Sus funcionarios (con millones de dólares en cuentas extranjeras) dicen que hay que bañarse rápido para ahorrar energía.
  • Como si fuera poco, se erigen como líderes de la lucha contra la corrupción.
  • Quita derechos y apoyos mientras invita a los ciudadanos a ser buenos “emprendedores”.
  • Presiona al pueblo para que acepte su desgracia ya que antes habría usufructuado de una fiesta que no le correspondía.
  • Rechaza toda medida para aumentar el consumo mientras millones viven con lo justo y otros cientos de miles abandonaron la mesa familiar y comen en comedores públicos.
  • Promueve la espiritualidad y la autoayuda mientras deteriora las redes comunitarias y arrasa con la función estatal de sostén.

Precisemos. La relación social tiene dos términos: un gobierno cínico y perverso y un pueblo que no puede o no quiere creer que sea cierto. Uno cínico y el otro cándido.

La acción perversa apunta a destruir la dignidad del otro, a vaciarlo, extraer todo lo que pueda tener de valioso. Y todo ello, aquí está el punto, se hace con la fachada del amor. Desde una desvergüenza descarada el abusador le dice al abusado que la violencia que presiente no es tal. El abuso es un acto puro que constituye la exclusividad de un vínculo íntimo y secreto. De modo similar engañan los libros de autoayuda que hacen creer al lector que le hablan a él cuando en realidad están calculados para millones de consumidores abstractos.

Las víctimas de la acción perversa no son personas estúpidas o enfermas. Tienen cierta fragilidad y cierta ingenuidad (natural en los niños, inconveniente en los adultos).

El neoliberalismo es devastador. Genera fragmentación y vacío. Acumula por desposesión. Fue exitoso en los noventa, cuando la subjetividad fragmentada se expandió por todos lados. Por reiteración e insistencia generó en cada uno la sensación de no ser nada, de no valer nada, de ser inservibles.

A lo largo de un proceso que costó sangre, sudor y lágrimas, el pueblo reaccionó y logró reconstruir su dignidad, sacándose de encima, sucesivamente a Menem, Cavallo y De la Rúa.

La acción política de hoy (léase Macri y las clases que representa) no logró la destrucción buscada. Vienen fallando. No lograron, hasta el día de la fecha, que la gente se melancolice, no pueden hacer aún que se sientan culpables de su propio deterioro, no lograron que colapse y no vencieron su capacidad de pensar y dar respuesta a las situaciones.

Los medios de comunicación elaboran diariamente una inmensa actividad ficcional (“periodismo de guerra”). Atacan a los líderes populares en la Argentina, Brasil y demás países de Latinoamérica, con el fin de desacreditarlos ante las mayorías. Intentan ponerlos presos. Los ponen presos. Acción imperial, aquí y allá.

El grupo de amigos de clase que dirige el país sueña con llevar la experiencia neoliberal hasta las últimas consecuencias. A su grado más elevado. Necesitan golpear la identidad, destruir el alma de los otros. Quieren empujar a millones de argentinos a la farsa de la “meritocracia” y la “reconversión”. Necesitan vulnerabilizar a cada sujeto para que el capital, oportunista y voraz, acumule sin límites.

A una parte pequeña del pueblo y no tan pequeña de los sectores medios, lo tienen de su lado. Son aquellos que ven positivo al macrismo, porque sube las tarifas pero cuida las mascotas. Son personas que tienen “ganas de creer”. Disfrutan a diario de pequeñas evasiones y alegrías personales y sienten que eso es suficiente. Escuchan “su” música, juegan “su” jueguito. Un trabajo cuidadoso de marketing reemplaza con artificios nimios la satisfacción de derechos reales, que el poder les va quitando.

Pero necesitan más. Necesitan millones de trabajadores flexibilizados que lleguen a sentirse “felices” porque advierten que hay otros que ya están desahuciados. Una nueva campaña del desierto, como dijo Bullrich, uniendo en un mismo apellido, violencia y educación. Recordando aquello de la letra que con sangre, entra.

El gobierno ataca y el pueblo está perplejo. Dolido, frustrado y angustiado. Por ahora dirige la violencia hacia sí mismo. En las calles se observa falta de alegría, así como en los lugares de trabajo. Además hay miedo, desolación, cansancio y tensión. La ideología oficial dice que la recompensa llegará cuando de la zona de la acumulación de capital en pocas manos, derrame hacia abajo. Lo que tendrás no será fruto de tu trabajo sino efecto del derrame de la producción económica de un pequeño grupo de personas triunfadoras. Lo que sobre de “la economía”.

Resumamos algunos de los puntos señalados:

  • Estamos en un momento de grave alteración de la función de sostén.
  • El gobierno se concentra en la acumulación por desposesión.
  • Embellece la desolación, como el perverso y el psicópata que disfraza de amor lo que es una mera vulneración del otro. Distrae de la escena perversa, para ocultarla.
  • Esto genera vivencias siniestras y sentimientos de desolación en una parte importante del pueblo y los sectores medios. Pero no logra melancolizarlo, fragmentarlo o colapsarlo.
  • Subsiste una ambigüedad que mantiene a la mayoría en cierta paralización (mental, afectiva, de acción).
  • Funciona como apoyo la memoria de la política de inclusión y ampliación de derechos, que si bien no fue perfecta fue positiva y actúa como factor disposicional a la salud.

Si todo va bien, de la ambigüedad vamos a ir saliendo, probablemente a través de confluencias parciales. Por medio de una fragmentación que tiende a la integración (fragmentación integrativa). Una conexión progresiva de sectores de la vida social que se acoplan (La reciente unidad en la acción acerca de la emergencia social y lo referido a ganancias en la cámara de diputados, donde se juntaron sectores de la oposición muy enfrentados hasta hace poco, parece confirmar esta hipótesis).

Alrededor de la ambigüedad como defensa (en la que reconoce y no se reconoce la desolación y lo siniestro del tiempo actual) se juega la subjetividad colectiva. Ambigüedad que es para el pueblo un insumo paralizante (porque le impide reconocer ser objeto de opresión). Y es para las clases dominantes el aceite sobre el cual hace resbalar la punta filosa con la que penetra el cuerpo social.

El pueblo, que no es la reunión de todos los santos, está perplejo. En su buena voluntad, en la bondad inherente a su núcleo profundo, en el interior de su conciencia desgarrada, no puede creer que exista tanta perversidad. Está acostumbrado a pensar mal, pero en primer lugar de sí mismo (como se lo inculcaron creencias tradicionales muy arraigadas).

Como pueblo estamos entrenados en descifrar la hipocresía común, las mentiras y semimentiras cotidianas. Pero no tenemos defensas ante el cinismo y la perversidad. Ante la acción descarada y obscena no tenemos recursos suficientes. Al igual que ante el abuso moral y sexual, sólo se sale si se toma distancia y se trasciende la furia. La angustia ante el vasallaje angosta el pensamiento y la mirada. Puede quitar la potencia del rechazo a la desvergüenza.

Es necesario unirse con inteligencia y esperanza como lo vienen diciendo varios portavoces calificados del campo popular. Es necesario avanzar descifrando. Como entrando en un laberinto, ya que en un laberinto todavía estamos; en plena tragedia de la repetición (1930, 1955, 1959, 1966, 1976, 1989, 1999, 2015) pero contradictoriamente, también en la oportunidad de re-aprender y avanzar.

El amor forzado entre este gobierno sádico y este pueblo sufriente, no va a durar mucho más, no va a durar para siempre. Sólo hasta que cada uno, en la condición de interlocutor de sí mismo, lo deje claro. Donde hay opresión habrá rebelión. Donde hay mentira, va a haber conciencia. Donde hay perversidad, habrá rechazo. Es una ley de la historia, una experiencia social que tendremos que volver a actualizar.

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